¿Existe alguna diferencia entre las feministas y las feminazis? Les podría asegurar, sin temor a equivocarme, que si, existe un enorme abismo de por medio que separa a las feministas de las feminazis. ¿Si se identifican con el feminismo tradicional se podrían sentir aludidas cuando alguien utiliza el peyorativo feminazi? Pues, no debería ocurrir, no existe un motivo lo suficientemente lógico como para que se sientan afectadas. ¿Por qué? Permítanme la oportunidad para exponer las discrepancias entre ambos conceptos, antagonistas por naturaleza.
Para la Real Academia Española, el feminismo se conceptualiza como: «una ideología que define que las mujeres deben tener las mismas oportunidades que los hombres». Incluso la reconocida actriz estadounidense Nancy Reagan, también conocida por ser la esposa del ex-presidente Ronald Reagan, considera que el feminismo es la habilidad de elegir lo que quieran hacer, enfatizando así que el feminismo no sólo es un movimiento que defiende el rol de la mujer, sino también su propia integridad y capacidad de decidir su propia personalidad. Asimismo, el feminismo tradicional sostiene que, por encima de todo, el respeto al aspecto puramente físico de la mujer debe protegerse, al ser considerado objeto de deseo sexual, la mujer tiene toda la potestad para gestionar su cuerpo para dar el siguiente paso. No obstante, lo anterior mencionado no debería limitar la libertad plena de cada mujer para experimentar su sexualidad a su antojo, ni ser recriminada o atacada por sus preferencias bajo ningún pretexto, este principio debería conservarse incluso por encima del fundamento intelectual, pero sin abandonar el fortalecimiento de su intelectualidad, su libertad individual y su albedrío para pensar lo que ella desee. Como diría Virginia Woolf: «No hay barrera, cerradura ni cerrojo que puedan imponer a la libertad de mi mente».
Ahora acompáñenme a cruzar la calle, justo en la acera de enfrente nos toparemos con el club de las resentidas, haré lo posible para exponer el surrealismo que representa al grupillo neurótico que arruina la moral y los grandes logros del verdadero feminismo. Para definir a una feminazi es bastante complicado. Primero, porque generalmente son una contradicción andante, segundo, porque cuando tienes a una de ellas cerca no te permiten pronunciar ni una vocal. Pero como esto va por escrito, y ninguna de ellas está cerca, es una excelente oportunidad para tratar de explicar sus disparates. Una feminazi podría catalogarse como un pichón hitleriano o un aborto stalinista, puedes usar cualquiera de los dos, da lo mismo; ¿te parece que estoy exagerando? ¿Podrías sentir consideración por alguien que te exige a gritos respeto a la vez que te irrespeta? Por más empatía que atesoremos en nuestros corazones será demasiado engorroso, por no decir imposible, que logremos sentir aunque sea una pizca de estima por cualquier opinión de este colectivo incongruente.
La conducta de las feminazis se opone a los principios fundamentales de la cortesía, la prudencia y la sabiduría, el combustible que mueve la maquinaria feminazi no es el bienestar de la mujer, la combustión interna que vivifica el charlatanismo de este gran motor es la inquisición ideológica y la revolución del odio. Son como una manada de australopitecos que siempre procuran denigrar al hombre con frasecitas como «muerte al macho» o «machete al machote», pero por supuesto, está demás recordar que los de la violencia de genero y la cultura de la muerte siempre van a ser los hombres, no hay ningún tipo de duda en ello. Ante semejante realidad, es muy oportuno aprovechar la oportunidad para señalar cada uno de sus grandes crímenes, incluso lo podemos realizar de forma didáctica si así lo deseamos, como aquel corillo esquizoide en la que repiten con vehemencia «el violador eres tú», como si todos los hombres estuvieran por el mundo violándose todo lo que respire, sin importar que la victima en cuestión también tenga pene o camine a cuatro patas, y menos mal que los hombres tienen columna vertebral, porque de lo contrario no me impresionaría que también los llegasen a acusar de satisfacerse sexualmente con la boca ellos mismos.
Las feminazis promueven la igualdad, pero cuando ven a un hombre en una marcha feminista comienzan a atacarlo, incluso al punto de agredirlo físicamente; se olvidan de feministas como la jueza y jurista estadounidense Ruth Bader, que aseguraba que el feminismo es «la libertad de ser Tú y Yo», o como la actriz y activista política Jane Fonda, que asimismo afirmó que «el feminismo no es sólo para mujeres, es permitir que todo el mundo tenga una vida más llena», o como la periodista estadounidense Gloria Steinem, que también afirmó que una persona «feminista es cualquiera que reconozca la igualdad y plena humanidad en mujeres y hombres», evidentemente las feminazis olvidan que tanto los hombres como las mujeres, no deberían renunciar a su personalidad ni sueños por uno o el otro, que incluso el hecho de ser pareja no excluye tener personalidades propias dentro de la relación, dejan por inadvertido el principio del movimiento feminista que asegura que no es algo exclusivo de la mujer, sino que trata de llegar a las personas por encima del género, sus pensamientos retrogradas no les permite aceptar que el feminismo es una lucha compartida entre ambos sexos, sin distinción ninguna ni poniendo un género por encima del otro.
Esas mismas feminazis son las vociferan a los cuatro vientos «mi cuerpo, mi decisión», pero cuando ven a mujeres que anhelan tener hijos y asisten a clínicas de fertilización, o que desean conformar una familia, las atacan y comienzan a recriminar de ellas; la moralidad que defienden estas fanáticas de la tiranía, anulan por completo los conceptos defendidos por Margaret Sanger, enfermera estadounidense y activista a favor de la raza negra, que afirmaba que «una mujer que no tenga control sobre su cuerpo, no puede ser una mujer libre», o como la escritora de novelas adolescentes Jenny Han, que en su lucha por la importancia del control que las mujeres debían tener sobre su propio cuerpo, llegó a manifestar que «tu cuerpo es tuyo para protegerlo y disfrutarlo». Para colmo, el terrible absurdo indefendible de las feminazis las impulsa a votar en contra de legislaciones que intentan legalizar penalizaciones radicales contra los violadores de mujeres, porque para ellas el violador no tiene culpa de sus actos, según las feminazis la violación es culpa de una sociedad que la promueve, y por tal motivo no deben existir castigos fuertes contra los violadores; este tipo de situaciones traen a la memoria a Audre Lorde, escritora y activista feminista afroamericana del siglo XX, declarada lesbiana públicamente, y que era la punta de lanza en todas las manifestaciones para los derechos de la mujer, que en una oportunidad aseveró: «Mi silencio no me protegió. Tu silencio no te protegerá». Bajo ningún motivo debería considerarse un crimen, y menos uno tan delicado como lo es la violación. Queda en evidencia que las feminazis, o en su defecto «las feministas modernas», «feministas radicales» o «feministas de tercera ola», como también se les conoce, no representan a las mujeres y son diametralmente opuestas al feminismo tradicional.
Debemos identificar quienes son nuestros enemigos, sobre todo a los lobos disfrazados de ovejas que a través de palabras edulcoradas intentan continuar con la opresión, como dijo el futbolista Robert Tier algún tiempo atrás: «las cadenas de oro siguen siendo cadenas». Nuestro deber como sociedad es jamás quedarnos callados, siempre defender nuestros derechos, nunca doblegarnos ante los tiranos sociales y políticos, y hacerse sentir cada vez que se convierta en un deber primordial. La diseñadora y fundadora de la celebre marca Coco Chanel tenia razón: «el acto más valiente sigue siendo pensar por ti mismo. En voz alta».
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