La fotografía transgresora de Nelson Garrido - Nekromorty

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domingo, 6 de septiembre de 2020

La fotografía transgresora de Nelson Garrido


Las fotografías de Nelson Garrido son inquietantes. No son para agradar y eso a él no le quita el sueño. Por el contrario, le gusta meter el dedo en la llaga y hurgar hasta que duela. Defensor del desnudo como expresión libertaria, con una espiritualidad propia y tan ferviente de sus creencias, que molesta a la institucionalidad religiosa. Censurado, no una sino mil veces, en su país y en lejanas tierras como España, México y Canadá. Eso demuestra que las sociedades diferentes tienen en común el miedo a la confrontación. 

Cuando ganó el Premio Nacional de Artes Plásticas, en 1991, su primera reacción fue rechazarlo. Su amigo Miguel von Dangel lo convenció, porque estaba marcando un hito. Lo recibió y luego lo quemó. Pero no totalmente. El certificado mutilado por el fuego es su propio performance de protesta.

Tiene más de 40 años retratando las tradiciones populares y religiosas del país, con un portafolio que ahora está adquiriendo una nueva lectura. Antes Garrido decía que ese era el trabajo “comercial” que le permitía los ingresos para hacer su obra personal. Hoy no está tan seguro de eso. Y fue el ojo de un tercero, quien le dio las señales de una veta inexplorada.

Actualmente la profesora e investigadora en filosofía y teoría visual, Carmen Alicia di Pasquale está realizando una revisión completa de esos archivos, que definen a un Nelson Garrido diferente, más asociado al documentalismo, a la fotografía antropológica, que a la puesta en escena.
Resulta que esa mirada del otro me convenció de que no hay separación entre el trabajo que hice fundamentalmente para la Bigott, y mi trabajo autoral. Hay señales, hay elementos que inconscientemente se van asociando.
De la misma manera, Caracas Sangrante (1996) adquiere relevancia cuando el observador  se identifica con la inquietud del artista.
Esa obra funciona como imagen porque era la ansiedad que estábamos sintiendo y seguimos sintiendo todos.  Yo la hice como un individuo que estaba bajo la presión de esa angustia. Me habían invitado a una exposición sobre la ciudad, y todo el mundo hacía la Caracas utópica, bonita. Yo me decía ¿Y aquí nadie está viendo esta verga? Entonces hice eso por arrechera. Expresas una situación y resulta que la gente está pensando lo mismo. Para empezar, esa obra quien la descubrió fue José Balza. Él se lanza un artículo en donde la compara con el cuadro de Arturo Michelena, Miranda en La Carraca (1896).
La memoria VS. la historia:

Desde  la interpretación de su propia realidad, Nelson Garrido ha creado las más atrevidas puestas en escena. En respuesta al Premio Nacional de Artes Plástica, crea su Autocrucifixión (1993) con los tres penes, “aparezco como un Cristo crucificado y resucitado”,  obra que hasta sus amigos le reprocharon.

Al explorar en una nueva forma de ver la imagen digital, realizó dos series directamente desde escáneres. Inspirado en la estética del fotógrafo Joel-Peter Witkin  realiza sus “Naturalezas muertas y podridas” (1998-2002). En esta serie, recurre a elementos animales y vegetales para explorar la sexualidad. Más adelante, le ofrecen la oportunidad de desarrollar un proyecto en el exterior, y para su sorpresa, le consiguen un escáner de 1,50 m de ancho por 1,80 m de alto, con el que realizó la serie  “Adana y Evo” (2007). El plano cerrado vuelve nuevamente con la serie “La gruta de la virgen” (2009), y esta vez el himen es el escenario de diversas representaciones religiosas, donde  emerge el Niño Jesús o un crucifijo.

Ante la escasez y la violencia desatada, presenta la serie “Estética de la violencia” (1997) y recrea íconos de la pintura y escultura, entre otras, La piedad.  Hoy en día el activista cultural se sorprende al ver La nave de los locos (1999), basada en la obra homónima de El Bosco, ya que considera que fue premonitoria. Casi que como un espejo, o como el colofón de la realidad del país, realiza La balsa de Medusa (2017), para reflejar una población a la deriva, náufragos mutilados, en clara interpretación de la obra de Theodore Géricault. 

Como observador de la represión política hacia los jóvenes estudiantes, recurre a otro referente del arte barroco, Francisco de Goya, para hacer Saturna devorándose a su hijo (2015), en alusión a un país que aniquila a su población. Le siguió la serie titulada “El mito andrógino o el hombre bola” (2016), que guarda una exhaustiva investigación sobre El banquete de Platón, para abordar nuevamente la sexualidad.

Se apropia de la obra Gótico Americano, de Grant Wood para interpretar la violencia doméstica, e incluso toma la influencia del pintor venezolano del siglo XVIII Juan Pedro López, para retratar la violencia a través de la obra La Virgen de Caracas (2010). Pero no sólo del arte se nutre Nelson Garrido, también de las palabras y del lenguaje poético.
En mis talleres se han dado momentos que hablamos más de literatura que de fotografía como referentes sobre la metáfora.
Violencia, sexo, muerte, religión. De eso se trata el imaginario personal de Garrido, visto desde la realidad de su país.
Hay que responder al concepto de historia con una construcción de memoria colectiva. La historia es un concepto fascista. Surge de la necesidad de los próceres, de la batalla, con poca presencia de civiles. Yo no creo en el arte, en ese concepto estático. Yo creo en la creación de un imaginario colectivo que genera memoria. Todos hacemos parte de la historia, al recordar los acontecimientos. Creo en la antropología del usuario.
Con esa convicción, trabajó con el padre jesuita José María Korta y la Universidad Indígena de Venezuela, en el estado Bolívar, para empoderar a las etnias en sus proyectos de difusión de su cultura autóctona. “Vinieron como ocho etnias indígenas y se hizo un claustro en la ONG. Apenas comenzaba la fotografía digital y le dimos herramientas para que ellos pudieran generar sus propio discurso”. Esa experiencia también la ha realizado más recientemente con los Mapuches en Chile y otro taller sobre negritud en Montevideo (Uruguay).
La memoria colectiva la hacemos todos y no el poder. Porque el poder siempre creará la historia en torno a sus intereses. Hay que documentar todo lo que está pasando, porque en la medida de que no olvidemos, vamos a crear una sociedad sana. El gran problema del venezolano es que tiene una gran memoria para olvidar.

El verdadero colectivo:

La Organización Nelson Garrido es ahora internacional. No se trató de una estrategia concebida ni por él, ni por su hija Gala Garrido, quien dirige el espacio. Se podría decir que la fórmula para este desarrollo colectivo es el pensamiento, la libertad y la necesidad que tienen de expresarse sus alumnos formados en Venezuela, pero que la migración los ha llevado a otras latitudes.

Se podría decir que el vacío fue el detonante para las otras ONG. Fotógrafos, teatreros, artistas que migraron en busca de nuevas oportunidades y encontraron las limitaciones de vivir en un país extraño. Entonces cobró mayor vigencia el lema “el espacio de los que no tienen espacio”, y de manera natural y orgánica comenzó a surgir la programación. Cuando Nelson Garrido viaja, se organizan talleres, y todos sienten que vuelven a casa.
El problema del colectivo también está muy mal entendido, colectivo no es desorden. La gente entiende el anarquismo y lo colectivo como el que yo hago lo que me dé la gana, y es todo lo contrario, hay una gran responsabilidad. La columna vertebral de la ONG es la práctica de la Libertad.
Igualmente, Garrido hace la diferencia con el uso del término colectivo. “Yo me refiero a asociaciones sanas, porque los colectivos se han convertido en unos monstruos, este Gobierno ha creado unos colectivos que son anti-colectivos,  justamente, porque los han institucionalizado. El problema es el abuso del poder. En la ONG hablamos de curadurías abiertas, de toma de acciones conjuntas. Es una práctica individual de toma de decisiones”.

Su maestro fue Carlos Cruz Diez, y replica en sus talleres ese modelo: la investigación, la documentación, tener un conocimiento universal.
El conocimiento es una acumulación de información. La sabiduría es digerir ese conocimiento en una actitud vital, una actitud filosófica y para mí es importante tener una actitud filosófica frente a la vida. El maestro Cruz Diez siempre me decía: el problema no es a quien se le ocurren las ideas, el problema es quien las haga. El hacer implica errores, avanzar porque te equivocas.  El pensamiento se manifiesta en el hacer. Yo no terminé haciendo rayitas, mi obra es anti cinética, porque fui bien formado. Así como mis alumnos en la ONG no salen haciendo perros muertos.
Dios como testigo:

Tenía apenas 28 años Nelson Garrido cuando le censuraron por primera vez una obra. Se encontraba en el período que retrataba perros muertos, y le propuso a la Galería Los Espacios Cálidos  exhibir uno de esos animales dentro de una caja cerrada térmicamente. Algo similar le ocurrió años después en Canadá: en una muestra que se llamaría “Iconos rebeldes” pretendió exponer su Cochino levitando acompañado de un péndulo en donde colgaba un corazón de vaca real.

La década de los 90 fue de controversias fuertes sobre su obra. De hecho, en respuesta al Premio Nacional de Fotografía, Garrido realiza su crucifixión con los tres penes, “como un Cristo crucificado y resucitado”,  que hasta sus amigos le reprocharon. 

Para la IV Bienal de Arte de Guayana, la propuesta de Garrido era El ternero de la vaca Mariposa (1993). La obra tenía un marco de clavos encapsulados y ojos de buey en formol, y en la base también había cucarachas encapsuladas. Los curadores consideraron que el marco era muy marginal y le propusieron cambiarlo por otro “high tech”. Garrido simplemente se negó y retiró su participación.

A mediados de los 90 realizó por primera vez una exposición con toda su obra en Ciudad Bolívar. Era parte del escenario de una pieza teatral. El párroco se indignó y una turba de feligreses pretendía quemar las fotografías. “Fue también la primera vez que mi obra apareció en las páginas rojas. ‘Cristo sadomasoquista, censurado’. Los congresistas de Ciudad Bolívar se reunieron y me declararon persona non grata”.

En la segunda Bienal del Salón Dior, en 1993, el cardenal José Alí Lebrún (1919-2001) remitió una carta a la organizadora, Rita Salvestrini, para que retiraran  la fotografía La crucifixión del cochino levitando, una mujer con cabeza de cerdo. Curiosamente, la obra cayó accidentalmente al piso, y estuvo un tiempo fuera de la sala, como lo reseña la revista Exceso N°59.

En 1992, el distribuidor de la revista Estilo se rehusó a repartir la edición dedicada al erotismo cuya portada era una Santa Erótica.

Durante el Gobierno de Rafael Caldera (1994-1999) la serie “Todos los santos son muertos” (1989-1993) fue la causa de las discordias en el mundo cultural, “porque entonces mandaba el Opus Dei y yo me metía con los santos”.

En el año 2006, la fotografía Crucifixión fue retirada del Palau de la Virreina en Barcelona, España.  

En noviembre 2008, un grupo de afectos al chavismo irrumpió en los espacios de la Biblioteca Central para destruir las fotografías de la “Exposición Inédita sobre la Violencia”. Una de las obras, El atraco de la Virgen María y el Niño Jesús, primero fue rota y luego robada. La exhibición continuó con las piezas tal como las dejaron, destruidas.  

Un episodio levantó las alertas a nivel internacional. El trabajador gráfico José Guillermo Mendoza fue llevado a la sede del SEBIN (Servicio Bolivariano de Inteligencia Militar), porque trasladaba las carátulas de un CD y un afiche con la letra de las 15 canciones que se incluyen en el disco homenaje al punk venezolano de la agrupación Agente Extraño, realizado con Provea, una organización no gubernamental  que vela por los derechos humanos en Venezuela. Allí estaba una fotografía de Garrido que no gustó a los efectivos policiales: un cochino con charreteras de enchufes preside una rueda de prensa con otros personajes para nada pacíficos. Afortunadamente, los cargos fueron levantados al día siguiente de su detención.

Su maestro fue Carlos Cruz Diez, y replica en sus talleres ese modelo: la investigación, la documentación, tener un conocimiento universal.
El conocimiento es una acumulación de información. La sabiduría es digerir ese conocimiento en una actitud vital, una actitud filosófica y para mí es importante tener una actitud filosófica frente a la vida. El maestro Cruz Diez siempre me decía: el problema no es a quien se le ocurren las ideas, el problema es quien las haga. El hacer implica errores, avanzar porque te equivocas. El pensamiento se manifiesta en el hacer. Yo no terminé haciendo rayitas, mi obra es anti cinética, porque fui bien formado. Así como mis alumnos en la ONG no salen haciendo perros muertos.












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