El presente artículo fue escrito por Raimon Arola y Lluïsa Vert, aquí se estudiaran los diversos significados que puede tener esta palabra (La Torá), que en el cristianismo se conoce como el Pentateuco, a partir de los textos básicos de la tradición judía.
Feliz el hombre que en la Torá del Señor pone su deseo. Y en su Torá medita día y noche. Será como un árbol plantado al lado del agua, que da frutos a su tiempo, sus hojas no se marchitarán, todo lo que haga tendrá éxito. (Salmos 1, 1).
El sentido de la Torá:
En un sentido inmediato, la Torá designa al Pentateuco (los cinco libros), la primera parte de la Biblia, compuesta por: Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio; contiene la narración de la creación del mundo, la historia primitiva de la humanidad, la de los Patriarcas y la de los hebreos hasta su llegada a las fronteras de la Tierra Prometida.
La palabra Torá se traduce habitualmente por ‘ley’. Esta traducción presenta, como veremos, muchas dificultades; probablemente para los antiguos traductores del hebreo al griego o latín no existía exclusivamente el sentido moral y preceptivo del vocablo ‘ley’, tal y como hoy en día la entendemos, sino que conocían y utilizaban el sentido básico de la etimología de la palabra latina lex, es decir: ‘acuerdo o contrato expreso entre dos personas o grupos’, lo que permitía traducir perfectamente la unión o alianza de Dios con Moisés en el monte Sinaí; la alianza del hombre con Dios.
La palabra Torá que se traduce por ley, implica otros significados, como puede ser alianza.
La Torá está escrita y todo el mundo, creyentes y profanos, pueden acceder a ella; ahora bien, cuando nos acercamos con nuestra propia inteligencia no podemos descubrir toda la profundidad de la alianza original que tuvo lugar en el Sinaí, tan sólo encontramos la ley en su sentido moral, una cara exterior que, necesariamente, tiene que conducir al hombre exiliado, pero su sentido interior escapa a la comprensión humana.
Rabí Isaac de Corbelensis escribió lo siguiente respecto a la Torá: «No pienses que la raíz de la Torá esté escrita, sino al contrario, su misma raíz es la que está sobre la boca y por la Torá que está sobre la boca ha sido constituida la Alianza, ya que está escrito: “Y dijo el Señor a Moisés: “Escribe estas palabras, ya que sobre la boca de estas palabras hice contigo la Alianza” (Ex. 34, 27); y he aquí el tesoro del Santo bendito sea, que fue revelado ante su faz (de Moisés) antes que (el pueblo de) Israel fuese enviado al exilio entre los otros pueblos y que los otros pueblos tradujeran su libro. Y por eso el Santo bendito sea, no quiso que fuese escrita».
No pienses que la raíz de la Torá esté escrita, sino al contrario, su misma raíz es la que está sobre la boca…
Así pues, el secreto de la alianza del Señor con Moisés no está escrito sino que es oral, sobre la boca, esto significa que ha sido transmitido santamente de maestro a discípulo, en secreto; todos los pueblos han tenido acceso y han traducido la Torá escrita, pero no por ello han conocido el sentido profundo de sus palabras: el misterio del Dios revelado. Aquellos que piensen, judíos o gentiles, que están en la alianza porque observan las prescripciones de la ley escrita viven de ilusiones, sólo está en la alianza el que ha recibido la transmisión secreta de su maestro, la Torá sobre la boca, esto es: la cábala.
Como hemos dicho, la traducción de la palabra Torá por ‘ley’ es confusa y parcial; según todos los diccionarios, la palabra Torá procede de la raíz verbal irah bajo una forma que significa ‘enseñar’, ‘mostrar’, ‘instruir’, etc… y también ‘tirar de arriba abajo’, ‘regar’, ‘precipitar’, ‘lanzar’, ‘fecundar’. Sobre el primer sentido leemos en el Sefer haZohar: «Abrió Rabí Judá un comentario sobre la Torá y dijo: “Es árbol de vida para quien la consigue” (Pr. 3, 18). El árbol de vida es la Torá, que es el árbol superior, grande y potente. Pero ¿por qué se llama así la Torá? Es debido a que enseña (iaroh) y desvela lo que estaba oculto y no era conocido. Y se llama vida debido a que toda la vida superior está incluida en la Torá y sale de ella» (III, 53b). Así pues, parece evidente que la Torá es la enseñanza y también la propia vida divina.
La Torá se llama así debido a que enseña y desvela lo que estaba oculto y no era conocido.
Junto a esta idea tenemos el significado de ‘regar’, ‘tirar de arriba abajo’, etc…, que nos sugiere la idea de una lluvia del cielo que lava, por esto escribe E. d’Hooghvorst: «La verdadera Torá es, pues, un regar, que no deja de tener relación con el bautismo cristiano». Y en el Sefer haZohar encontramos lo siguiente: «Quien se dedica a la Torá es purificado y después santificado» (III, 81a). En el pensamiento tradicional la enseñanza y la purificación están siempre unidas, no podemos acceder a la instrucción divina si antes no hemos sido lavados de la mugre que nos envuelve, abriéndose así el sentido divino.
Aquello que se enseña y que a la vez purifica es la bendición de Dios, el principio de toda la obra cabalística o alquímica, el don de Dios, el comienzo de la Alianza. Y como indica el siguiente texto del Sefer haBahir, la misma Torá es la bendición: «¿Por qué la Torá empieza por la letra bet? Porque alude a la palabra berajá (‘bendición’) que empieza con la misma letra. ¿Y de dónde sabemos que la Torá está llamada bendición? Por lo que está dicho: “Y lleno de la bendición del Señor, que posee el mar y el sur” (Dt. 33, 23); ‘el mar’ es la Torá, ya que está escrito: “Es más vasta que el mar” (Jb. 11, 9). ¿Y qué significa ‘lleno de la bendición del Señor’? Significa que en todo lugar en el que se encuentre la letra bet se trata de un lenguaje de bendición, como decimos: “Bereshit (En el principio)” (Gn. 1, 1). Y no hay ‘principio’ que no sea la Sabiduría, como está escrito: “El principio de la Sabiduría es el temor del Señor” (Sal. 111. 10); y no hay Sabiduría que no sea la bendición, puesto que dice: “Y Dios bendijo a Salomón”, y qué está escrito: “Y el Señor dio la Sabiduría a Salomón” (I Re. 5, 26). Esto es comparable a un rey que une su hijo con su hija y le dice: Haz con ella a tu gusto». (Bahir § 3)
El mundo está creado y se sostiene por la Torá:
Desde el punto de vista de la tradición –¡ojalá no pensáramos que sólo es uno más!– el mundo, tal y como lo conocemos a través de nuestros sentidos, no es la auténtica creación de Dios; el mundo que nos rodea es una sombra, sería propiamente el in-mundo, ya que no está realmente creado, es el caos al que le falta el orden de Dios.
El Génesis bíblico no habla de la creación del mundo como lo haría un biólogo o un físico, el Génesis trata del mundo regenerado, que sólo se produce cuando la palabra de Dios ordena el caos, cuando interviene la Sabiduría superior; esto es lo que acabamos de ver respecto de la letra bet, la bendición que es el principio del mundo, lo que los cristianos llaman la bajada del Espíritu Santo, el Espíritu Creador. Por eso se dice que la Torá crea el mundo, pero el mundo real de la alianza del hombre con Dios.
La Torá crea el mundo, pero el mundo real de la alianza del hombre con Dios.
Vamos a ver ahora dos textos que ilustran perfectamente esta idea, el primero es del Midrash Rabá y el segundo del Sefer haZohar. El Midrash comenta las palabras del Génesis: “En el principio creó Dios” (Gn 1, 1) de la manera siguiente: «Rabí Osahia el grande, abrió y dijo: “Yo era junto a él obrero (amon), y era, día a día, sus delicias”. (Pr. 8, 30) Explicación de amon (‘obrero’, ‘artesano’, ‘arquitecto’ y también ‘instrumento’). Dice la Torá: “[…] yo era el instrumento del arte del Santo bendito sea”; en las costumbres del mundo, cuando un rey de carne y sangre construye un palacio no lo hace según su propio conocimiento sino con el de su arquitecto (amon), y el arquitecto no lo construye según su propio conocimiento, sino que dispone de planos y proyectos escritos para saber cómo tiene que hacer las habitaciones y las puertas. Así, el Santo bendito sea, mira en la Torá y crea el mundo. Y se dice en la Torá: “En el principio (reshit) creó Dios” (Gn. 1, 1), y no hay principio (reshit) si no es la Torá, según lo que dices: “El Señor me poseía en el principio (reshit) de su camino” (Pr. 8, 22)».
En el Sefer haZohar se dice lo siguiente: Rabí Hia abrió y dijo: “¿Quién hablará de las grandezas del Señor y hará escuchar todas sus alabanzas?” (Sal. 106, 2). Ven y ve, cuando el Santo bendito sea, mostró su voluntad de crear el mundo, miró la Torá y lo creó. En cada obra que hizo el Santo bendito sea, primero contempló la Torá y luego la creó, esto es lo que está escrito: “Yo era junto a él obrero, y era, día a día, sus delicias” (Pr. 8, 30). No has de leer ‘obrero’ (amon) sino ‘instrumento’ (uman).
Cuando el Santo bendito sea, mostró su voluntad de crear el mundo, miró la Torá y lo creó.
Cuando el Santo bendito sea quiso crear al hombre, la Torá le dijo: Si el hombre es creado y después peca y tú lo juzgas, ¿por qué hacer las obras de tus manos en vano, pues no podrá soportar tu juicio? Le contestó el Santo, bendito sea: Antes de crear el mundo establecí la conversión (en hebreo teshuva). El Santo, bendito sea, le dijo al mundo en el momento en que éste fue creado y que fue creado el hombre: Mundo, mundo, tú y tus obras no subsistiréis si no es sobre la Torá, y por esto creé al hombre, a fin de que se dedicara a ella. Y si no se dedica a la Torá lo haré volver al caos y al vacío. Así, todo subsiste a causa del hombre, según lo que está escrito: “Yo he hecho la tierra y sobre ella he creado el hombre” (Is. 45, 12).
Y la Torá pregona a los hombres que se dediquen y se esfuercen en ella, pero nadie escucha con atención. Ven y ve: todo aquel que se dedica a la Torá hace subsistir el mundo y todas las obras, hasta su restauración verdadera. Y no hay ningún miembro en el hombre que no esté conforme a la creación del mundo; pues verdaderamente el hombre está dividido en miembros relacionados de tal manera que forman un solo cuerpo; así también es el mundo, donde toda la creación está dividida en miembros relacionados unos con otros, de tal manera que forman un solo cuerpo, y todo está hecho según el modelo de la Torá, pues verdaderamente la Torá incluye varios miembros y divisiones, y cuando están reunidos forman un solo cuerpo. Cuando David contempló esta obra abrió la boca y dijo: “¡Cuán grandes son tus obras, Señor! Las has hecho con sabiduría, la tierra está llena de tus posesiones” (Sal. 104, 24).
En la Torá están todos los secretos superiores, que ningún hijo de hombre puede comprender; en la Torá están todas las cosas superiores, las reveladas y las no reveladas; en la Torá están todas las cosas de arriba y de abajo; todas las cosas de este mundo y todas las cosas del mundo por venir están en la Torá y nadie puede unirlas y conocerlas. Debido a esto, está escrito: “¿Quién dirá las grandezas del Señor y hará escuchar todas sus alabanzas?” (Sal. 106, 2). Ven y ve. Vino Salomón y quiso dominar sobre las palabras de la Torá y sus sutilezas, pero no pudo; entonces dijo: “Quiero hacerme sabio pero la sabiduría está lejos de mí” (Ecl. 7, 23). David dijo: “Abre mis ojos y contemplaré las maravillas de tu Torá” (Sal. 119, 18). Ven y ve. Está escrito sobre Salomón: “Dijo tres mil parábolas y sus cantos fueron cinco mil “ (1Re. 5, 12), y ya ha sido explicado que en cada una de las parábolas existen cinco mil sentidos y si esto es así en Salomón que es de carne y de sangre, como será en cada una de las palabras de la Torá que han sido dichas por el Santo bendito sea, ya que en cada una hay tantas parábolas, tantos cantos, tantas alabanzas, tantos secretos superiores, tanta sabiduría; es sobre esto que está escrito: “¿Quién dirá las grandezas del Señor?” (Sal. 106, 2)». (I, 134a)
La Torá y la vida:
En numerosos textos del Talmud encontramos la extraña afirmación de que la Torá da la vida a quien a ella se dedica; podemos pensar que se trata de una metáfora o un recurso poético, pero cuando Dios quiera darnos un poco de su inteligencia comprenderemos que se trata de la revelación auténtica, del misterio de la regeneración del hombre.
Para aquél que recibe el don de la Torá en sus entrañas, ésta se convierte en el elixir de vida que no se acaba, es el fruto puro, sin mezcla. En un Midrash está escrito: «¿Cómo se debe entender el texto de Éxodo: “Yo soy el Señor, tu medicina” (Ex. 15, 26)? El Santo bendito sea, le dijo a Moisés: Haz saber a Israel que la Torá que yo le he dado es una medicina, un elixir de vida, como está escrito: “Pues es vida para quien la encuentre” (Pr. 4, 22)».
La Torá es vida para quien la encuentre.
El don de la Torá es, como hemos dicho, el principio, la bendición que crea el mundo y lo sostiene, y también, obviamente, el principio del hombre nuevo. Es lo único que, adquirido aquí abajo, podemos llevarnos al otro mundo, por eso su valor supera cualquier riqueza que podamos obtener.
En un texto de la Misná está escrita la siguiente enseñanza al respecto: «Rabí Yosé ben Quismá dijo: En una ocasión iba yo de camino y un hombre me encontró; me saludó y le devolví el saludo. Me dijo: Rabí ¿de qué lugar vienes? Le respondí: De una gran ciudad de sabios y escribas (dando a entender que se había marchado de allí por falta de dinero). Me dijo: ¿Quieres venir a residir con nosotros, en nuestro pueblo? Te daré millares de denarios de oro y de piedras preciosas. Le contesté: Hijo mío, aunque me dieras toda la plata, todo el oro y todas las piedras preciosas que hay en este mundo, no residiría sino en el lugar de la Torá, porque en el momento en que el hombre muere no le acompañan la plata ni el oro ni las piedras preciosas, sino exclusivamente la Torá y las buenas acciones, tal como está escrito: “Cuando camines, te guiará; cuando yazcas acostado te custodiará, cuando te despiertes hablará contigo” (Pr. 6, 22). Esto significa: ‘Cuando camines te guiará’ en este mundo; ‘cuando yazcas acostado te custodiará’ en el sepulcro; ‘cuando te despiertes hablará contigo’ en el mundo por venir. Así está escrito en el Libro de los Salmos: “Prefiero la enseñanza la de tu boca que millares de oro y plata” (Sal 19, 72). Está escrito también: “Mía es la plata, mío es el oro, dice el Señor de los ejércitos” (Ag. 2, 8)». (Abot 6, 9)
En el Sefer haZohar no sólo se considera que la Torá da la vida, sino también que ella misma es la vida; a propósito de ello está escrito: «Feliz es la suerte de Israel, pues, el Santo bendito sea, le quiere y le dio la Torá verdadera, el Árbol de la Vida, gracias al cual el hombre adquiere la vida en este mundo y en el mundo por venir. Pues aquel que se esfuerza en adquirir la Torá tiene para él la vida y aquel que abandona las palabras de la Torá y se separa de ellas, es como si se separase de la vida, debido a que la Torá es la vida y todas sus palabras son vida, como está escrito: “Pues ellas son vida” (Pr. 4, 22). Y también: “Medicina para tu carne” (Pr. 3, 8). Ven y ve: (la Torá) es el Árbol de la Vida que se extiende de arriba hacia abajo y es el Sol que todo lo ilumina; su luz empieza en la cabeza y se extiende por el cuerpo del árbol en un camino recto» (III, 148b).
En el “Sefer haZohar” no sólo se considera que la Torá da la vida, sino también que ella misma es la vida.
La necesidad del estudio y la dedicación a los textos sagrados es porque nos conectan directamente con este principio, con Dios y su voluntad, ofreciéndonos su cuerpo místico como alimento. En El Mensaje Reencontrado está escrito: «Comiendo el cuerpo de Dios es como seremos renovados y transformados en la vida santa» (33, 5).
Toda la búsqueda del hombre, su esfuerzo y empeño carecen de sentido si no se alimenta de este fruto del Árbol de Vida. En el Sefer haZohar encontramos una interesante relación entre el alimento y la Torá: «El más preciado de todos los alimentos es el de los estudiosos que se dedican a la Torá, ya que es el alimento que viene de la Sabiduría superior. El sabor que viene de ese lugar se debe a que la Torá sale de la Sabiduría superior y los que se dedican a la Torá entran en la misma esencia de la Sabiduría y su alimento proviene de este lugar santo. Vino Rabí Eleazar y besó la mano de Rabí Simeón y dijo: Feliz la suerte de quienes escuchan estas palabras, feliz la suerte de los que meditan día y noche sobre la Torá ya que son dignos de este mundo y del mundo por venir, como está escrito: “Pues es tu vida y la luz de tus días” (Dt. 30, 20)» (II, 62a).
El sentido de este apartado podría resumirse en las siguientes palabras del Sefer haBahir: «“No sólo de pan vivirá el hombre, sino de todo aquello que sale de la boca del Señor” (Dt. 8, 3); lo que sale de la boca del Señor es la Torá, es de ella que vive el hombre». (§ 185)
El nombre de Dios:
Cuando un profeta se manifiesta en el mundo, su voz vivifica la letra escrita de la Torá por medio de sus palabras; gracias a él, el Santo bendito sea, puede hablar; por eso sólo cuando se manifiesta un verdadero profeta se renueva la auténtica alianza del hombre con Dios. Las palabras proféticas tienen una raíz divina y están vivas. Son creadoras de aquello que nombran y son el auténtico alimento para las criaturas y el mundo.
Cuando un profeta se manifiesta en el mundo, su voz vivifica la letra escrita de la Torá por medio de sus palabras.
La Torá escrita y la Torá oral, o sobre la boca, se unen en la palabra profética y son el nudo que liga el cielo con la tierra. Isaac el Ciego comentaba una sentencia del Midrash Tanhuma del modo siguiente: «La Torá ha sido escrita con fuego negro sobre fuego blanco» (I, 1), relacionando la Torá escrita con el fuego blanco, en la que las formas de las letras solo son visibles si reciben los puntos vocálicos o la potencia del fuego negro, que es la Torá sobre la boca; sin ella la Torá escrita no puede ser realmente comprendida.
La Torá sobre la boca es también la ayuda idónea para comprender la Torá escrita, una necesita de la otra; separadas son poco, unidas lo son todo. En el Sefer haZohar se relaciona la creación de la mujer del Génesis, quien es la ayuda idónea para el hombre, con la aparición de la Torá sobre la boca, que es la ayuda idónea para comprender la Torá escrita.
Este texto es un comentario a un versículo de Génesis: “Y el Señor Dios construyó el costado que había tomado del hombre” (Gn. 2, 22); Eva, el costado de Adán, representa la Torá sobre la boca; después el texto del Zohar prosigue: «El versículo del Génesis dice: El Señor Dios (Adonai Elohim); lo que alude al secreto del nombre completo, es decir, en la creación de Eva se unen los dos aspectos de Dios, los dos lados se juntan en el centro, los dos lados llamados Hojmá y Biná (I, 48b)».
¿Qué significa esto? Para explicarlo debemos recordar una idea fundamental del pensamiento de los sabios judíos: a causa de la primera caída, el Nombre de Dios de cuatro letras quedó dividido en dos partes; una de ellas reposa escondida en el fondo del hombre, las dos letras finales; la otra parte, sutil y sin lugar, permanece errante en el cielo, las dos letras del comienzo. La obra de la cábala consiste en volver a unir el Nombre. La misma idea se puede explicar con el retorno del hombre primordial, que era hermafrodita y que por la transgresión fue separado en dos sexos. Cuando el Sefer haZohar se refiere a que la creación de Eva está hecha con el Nombre completo, alude a la restauración del Nombre; también se refieren a lo mismo, los textos que tratan de la unión de la Torá escrita y la Torá sobre la boca.
La obra de la cábala consiste en volver a unir el Nombre, el Tetragrama.
La tradición nos explica que el conjunto de la Torá es como el desarrollo del Nombre de Dios, que cuando se sabe leer correctamente –con la ayuda idónea– el texto de Moisés; por eso está escrito en el Sefer haZohar lo siguiente: «Todo aquel que observa las palabras de la Torá y se dedica a ellas, es como si observase al Nombre Santo. Hemos aprendido que la Torá, toda ella, es el Nombre del Santo bendito sea y quien se dedica a ella es como si se dedicase al Nombre Santo; la Torá entera es un solo Nombre Santo, el Nombre Supremo, el Nombre que incluye todos los demás nombres. De ahí que aquel que hace desaparecer una sola letra de la Torá deteriora el Nombre Santo; por esto las palabras: “No mencionaréis el nombre de otros dioses” (Dt. 13, 13), se explica como diciendo que no añadiréis nada a la Torá ni suprimiréis nada de ella, pues entonces se deteriora el Nombre Santo y se fortalecen los otros dioses». (II, 124a)
He aquí un gran misterio, la Torá que primero es la bendición del cielo, se convierte en el fruto maduro de la obra de Dios; en el Sefer haBahir está escrito: «(La Torá) es una novia ataviada y coronada, que incluye todos los mandamientos que son su tesoro, y ella misma es la novia del Santo bendito sea, como está escrito: “La Torá que Moisés nos ha dado es una herencia para la asamblea de Jacob” (Dt. 33, 4), no debes leer ‘herencia’ sino ‘novia’. ¿Cómo se entiende esto? Cuando Israel se dedica a la Torá por ella misma, ella es la novia del Santo bendito sea y en el momento en que ella es la novia del Santo bendito sea, entonces la herencia es para Israel». (§ 196) Esta herencia es la generación santa, o la regeneración y a ella se refieren los siguientes versos de David: “Poderosa sobre la tierra será su descendencia, la generación de los hombres rectos será bendecida” (Sal. 112, 2).
La Torá, que primero es la bendición del cielo, se convierte en el fruto maduro de la obra de Dios.
El texto que sigue y que termina este pequeño estudio, resume de algún modo todo lo que acabamos de ver y corrobora que el Nombre del Santo, bendito sea, y su pueblo son una misma cosa, es el principio de la Carta sobre la Santidad: «Debes saber y comprender que la nación de Israel ha estado separada (de los otros pueblos) y unida al Nombre bendito sea. Ha estado separada de las naciones por su santa Torá, de igual manera que Él (el Santo bendito sea) está separado de todo lo que está fuera de Él. Como Él mismo ha dicho: “ESTE pueblo que he formado para Mí” (Is. 43, 21); se dice en este versículo: ‘ESTE pueblo’ y en otro lugar: “ESTE Nombre” (Is. 43, 24). La palabra ‘ESTE’ que se encuentra en ambos versículos presenta una analogía semántica, por eso decimos: Tú eres uno y Tu Nombre es uno, y ¿quién es como tu pueblo Israel, nación UNA sobre la tierra?».
Fuente: Arsgravis
El mundo está creado y se sostiene por la Torá:
Desde el punto de vista de la tradición –¡ojalá no pensáramos que sólo es uno más!– el mundo, tal y como lo conocemos a través de nuestros sentidos, no es la auténtica creación de Dios; el mundo que nos rodea es una sombra, sería propiamente el in-mundo, ya que no está realmente creado, es el caos al que le falta el orden de Dios.
El Génesis bíblico no habla de la creación del mundo como lo haría un biólogo o un físico, el Génesis trata del mundo regenerado, que sólo se produce cuando la palabra de Dios ordena el caos, cuando interviene la Sabiduría superior; esto es lo que acabamos de ver respecto de la letra bet, la bendición que es el principio del mundo, lo que los cristianos llaman la bajada del Espíritu Santo, el Espíritu Creador. Por eso se dice que la Torá crea el mundo, pero el mundo real de la alianza del hombre con Dios.
La Torá crea el mundo, pero el mundo real de la alianza del hombre con Dios.
Vamos a ver ahora dos textos que ilustran perfectamente esta idea, el primero es del Midrash Rabá y el segundo del Sefer haZohar. El Midrash comenta las palabras del Génesis: “En el principio creó Dios” (Gn 1, 1) de la manera siguiente: «Rabí Osahia el grande, abrió y dijo: “Yo era junto a él obrero (amon), y era, día a día, sus delicias”. (Pr. 8, 30) Explicación de amon (‘obrero’, ‘artesano’, ‘arquitecto’ y también ‘instrumento’). Dice la Torá: “[…] yo era el instrumento del arte del Santo bendito sea”; en las costumbres del mundo, cuando un rey de carne y sangre construye un palacio no lo hace según su propio conocimiento sino con el de su arquitecto (amon), y el arquitecto no lo construye según su propio conocimiento, sino que dispone de planos y proyectos escritos para saber cómo tiene que hacer las habitaciones y las puertas. Así, el Santo bendito sea, mira en la Torá y crea el mundo. Y se dice en la Torá: “En el principio (reshit) creó Dios” (Gn. 1, 1), y no hay principio (reshit) si no es la Torá, según lo que dices: “El Señor me poseía en el principio (reshit) de su camino” (Pr. 8, 22)».
En el Sefer haZohar se dice lo siguiente: Rabí Hia abrió y dijo: “¿Quién hablará de las grandezas del Señor y hará escuchar todas sus alabanzas?” (Sal. 106, 2). Ven y ve, cuando el Santo bendito sea, mostró su voluntad de crear el mundo, miró la Torá y lo creó. En cada obra que hizo el Santo bendito sea, primero contempló la Torá y luego la creó, esto es lo que está escrito: “Yo era junto a él obrero, y era, día a día, sus delicias” (Pr. 8, 30). No has de leer ‘obrero’ (amon) sino ‘instrumento’ (uman).
Cuando el Santo bendito sea, mostró su voluntad de crear el mundo, miró la Torá y lo creó.
Cuando el Santo bendito sea quiso crear al hombre, la Torá le dijo: Si el hombre es creado y después peca y tú lo juzgas, ¿por qué hacer las obras de tus manos en vano, pues no podrá soportar tu juicio? Le contestó el Santo, bendito sea: Antes de crear el mundo establecí la conversión (en hebreo teshuva). El Santo, bendito sea, le dijo al mundo en el momento en que éste fue creado y que fue creado el hombre: Mundo, mundo, tú y tus obras no subsistiréis si no es sobre la Torá, y por esto creé al hombre, a fin de que se dedicara a ella. Y si no se dedica a la Torá lo haré volver al caos y al vacío. Así, todo subsiste a causa del hombre, según lo que está escrito: “Yo he hecho la tierra y sobre ella he creado el hombre” (Is. 45, 12).
Y la Torá pregona a los hombres que se dediquen y se esfuercen en ella, pero nadie escucha con atención. Ven y ve: todo aquel que se dedica a la Torá hace subsistir el mundo y todas las obras, hasta su restauración verdadera. Y no hay ningún miembro en el hombre que no esté conforme a la creación del mundo; pues verdaderamente el hombre está dividido en miembros relacionados de tal manera que forman un solo cuerpo; así también es el mundo, donde toda la creación está dividida en miembros relacionados unos con otros, de tal manera que forman un solo cuerpo, y todo está hecho según el modelo de la Torá, pues verdaderamente la Torá incluye varios miembros y divisiones, y cuando están reunidos forman un solo cuerpo. Cuando David contempló esta obra abrió la boca y dijo: “¡Cuán grandes son tus obras, Señor! Las has hecho con sabiduría, la tierra está llena de tus posesiones” (Sal. 104, 24).
En la Torá están todos los secretos superiores, que ningún hijo de hombre puede comprender; en la Torá están todas las cosas superiores, las reveladas y las no reveladas; en la Torá están todas las cosas de arriba y de abajo; todas las cosas de este mundo y todas las cosas del mundo por venir están en la Torá y nadie puede unirlas y conocerlas. Debido a esto, está escrito: “¿Quién dirá las grandezas del Señor y hará escuchar todas sus alabanzas?” (Sal. 106, 2). Ven y ve. Vino Salomón y quiso dominar sobre las palabras de la Torá y sus sutilezas, pero no pudo; entonces dijo: “Quiero hacerme sabio pero la sabiduría está lejos de mí” (Ecl. 7, 23). David dijo: “Abre mis ojos y contemplaré las maravillas de tu Torá” (Sal. 119, 18). Ven y ve. Está escrito sobre Salomón: “Dijo tres mil parábolas y sus cantos fueron cinco mil “ (1Re. 5, 12), y ya ha sido explicado que en cada una de las parábolas existen cinco mil sentidos y si esto es así en Salomón que es de carne y de sangre, como será en cada una de las palabras de la Torá que han sido dichas por el Santo bendito sea, ya que en cada una hay tantas parábolas, tantos cantos, tantas alabanzas, tantos secretos superiores, tanta sabiduría; es sobre esto que está escrito: “¿Quién dirá las grandezas del Señor?” (Sal. 106, 2)». (I, 134a)
La Torá y la vida:
En numerosos textos del Talmud encontramos la extraña afirmación de que la Torá da la vida a quien a ella se dedica; podemos pensar que se trata de una metáfora o un recurso poético, pero cuando Dios quiera darnos un poco de su inteligencia comprenderemos que se trata de la revelación auténtica, del misterio de la regeneración del hombre.
Para aquél que recibe el don de la Torá en sus entrañas, ésta se convierte en el elixir de vida que no se acaba, es el fruto puro, sin mezcla. En un Midrash está escrito: «¿Cómo se debe entender el texto de Éxodo: “Yo soy el Señor, tu medicina” (Ex. 15, 26)? El Santo bendito sea, le dijo a Moisés: Haz saber a Israel que la Torá que yo le he dado es una medicina, un elixir de vida, como está escrito: “Pues es vida para quien la encuentre” (Pr. 4, 22)».
La Torá es vida para quien la encuentre.
El don de la Torá es, como hemos dicho, el principio, la bendición que crea el mundo y lo sostiene, y también, obviamente, el principio del hombre nuevo. Es lo único que, adquirido aquí abajo, podemos llevarnos al otro mundo, por eso su valor supera cualquier riqueza que podamos obtener.
En un texto de la Misná está escrita la siguiente enseñanza al respecto: «Rabí Yosé ben Quismá dijo: En una ocasión iba yo de camino y un hombre me encontró; me saludó y le devolví el saludo. Me dijo: Rabí ¿de qué lugar vienes? Le respondí: De una gran ciudad de sabios y escribas (dando a entender que se había marchado de allí por falta de dinero). Me dijo: ¿Quieres venir a residir con nosotros, en nuestro pueblo? Te daré millares de denarios de oro y de piedras preciosas. Le contesté: Hijo mío, aunque me dieras toda la plata, todo el oro y todas las piedras preciosas que hay en este mundo, no residiría sino en el lugar de la Torá, porque en el momento en que el hombre muere no le acompañan la plata ni el oro ni las piedras preciosas, sino exclusivamente la Torá y las buenas acciones, tal como está escrito: “Cuando camines, te guiará; cuando yazcas acostado te custodiará, cuando te despiertes hablará contigo” (Pr. 6, 22). Esto significa: ‘Cuando camines te guiará’ en este mundo; ‘cuando yazcas acostado te custodiará’ en el sepulcro; ‘cuando te despiertes hablará contigo’ en el mundo por venir. Así está escrito en el Libro de los Salmos: “Prefiero la enseñanza la de tu boca que millares de oro y plata” (Sal 19, 72). Está escrito también: “Mía es la plata, mío es el oro, dice el Señor de los ejércitos” (Ag. 2, 8)». (Abot 6, 9)
En el Sefer haZohar no sólo se considera que la Torá da la vida, sino también que ella misma es la vida; a propósito de ello está escrito: «Feliz es la suerte de Israel, pues, el Santo bendito sea, le quiere y le dio la Torá verdadera, el Árbol de la Vida, gracias al cual el hombre adquiere la vida en este mundo y en el mundo por venir. Pues aquel que se esfuerza en adquirir la Torá tiene para él la vida y aquel que abandona las palabras de la Torá y se separa de ellas, es como si se separase de la vida, debido a que la Torá es la vida y todas sus palabras son vida, como está escrito: “Pues ellas son vida” (Pr. 4, 22). Y también: “Medicina para tu carne” (Pr. 3, 8). Ven y ve: (la Torá) es el Árbol de la Vida que se extiende de arriba hacia abajo y es el Sol que todo lo ilumina; su luz empieza en la cabeza y se extiende por el cuerpo del árbol en un camino recto» (III, 148b).
En el “Sefer haZohar” no sólo se considera que la Torá da la vida, sino también que ella misma es la vida.
La necesidad del estudio y la dedicación a los textos sagrados es porque nos conectan directamente con este principio, con Dios y su voluntad, ofreciéndonos su cuerpo místico como alimento. En El Mensaje Reencontrado está escrito: «Comiendo el cuerpo de Dios es como seremos renovados y transformados en la vida santa» (33, 5).
Toda la búsqueda del hombre, su esfuerzo y empeño carecen de sentido si no se alimenta de este fruto del Árbol de Vida. En el Sefer haZohar encontramos una interesante relación entre el alimento y la Torá: «El más preciado de todos los alimentos es el de los estudiosos que se dedican a la Torá, ya que es el alimento que viene de la Sabiduría superior. El sabor que viene de ese lugar se debe a que la Torá sale de la Sabiduría superior y los que se dedican a la Torá entran en la misma esencia de la Sabiduría y su alimento proviene de este lugar santo. Vino Rabí Eleazar y besó la mano de Rabí Simeón y dijo: Feliz la suerte de quienes escuchan estas palabras, feliz la suerte de los que meditan día y noche sobre la Torá ya que son dignos de este mundo y del mundo por venir, como está escrito: “Pues es tu vida y la luz de tus días” (Dt. 30, 20)» (II, 62a).
El sentido de este apartado podría resumirse en las siguientes palabras del Sefer haBahir: «“No sólo de pan vivirá el hombre, sino de todo aquello que sale de la boca del Señor” (Dt. 8, 3); lo que sale de la boca del Señor es la Torá, es de ella que vive el hombre». (§ 185)
El nombre de Dios:
Cuando un profeta se manifiesta en el mundo, su voz vivifica la letra escrita de la Torá por medio de sus palabras; gracias a él, el Santo bendito sea, puede hablar; por eso sólo cuando se manifiesta un verdadero profeta se renueva la auténtica alianza del hombre con Dios. Las palabras proféticas tienen una raíz divina y están vivas. Son creadoras de aquello que nombran y son el auténtico alimento para las criaturas y el mundo.
Cuando un profeta se manifiesta en el mundo, su voz vivifica la letra escrita de la Torá por medio de sus palabras.
La Torá escrita y la Torá oral, o sobre la boca, se unen en la palabra profética y son el nudo que liga el cielo con la tierra. Isaac el Ciego comentaba una sentencia del Midrash Tanhuma del modo siguiente: «La Torá ha sido escrita con fuego negro sobre fuego blanco» (I, 1), relacionando la Torá escrita con el fuego blanco, en la que las formas de las letras solo son visibles si reciben los puntos vocálicos o la potencia del fuego negro, que es la Torá sobre la boca; sin ella la Torá escrita no puede ser realmente comprendida.
La Torá sobre la boca es también la ayuda idónea para comprender la Torá escrita, una necesita de la otra; separadas son poco, unidas lo son todo. En el Sefer haZohar se relaciona la creación de la mujer del Génesis, quien es la ayuda idónea para el hombre, con la aparición de la Torá sobre la boca, que es la ayuda idónea para comprender la Torá escrita.
Este texto es un comentario a un versículo de Génesis: “Y el Señor Dios construyó el costado que había tomado del hombre” (Gn. 2, 22); Eva, el costado de Adán, representa la Torá sobre la boca; después el texto del Zohar prosigue: «El versículo del Génesis dice: El Señor Dios (Adonai Elohim); lo que alude al secreto del nombre completo, es decir, en la creación de Eva se unen los dos aspectos de Dios, los dos lados se juntan en el centro, los dos lados llamados Hojmá y Biná (I, 48b)».
¿Qué significa esto? Para explicarlo debemos recordar una idea fundamental del pensamiento de los sabios judíos: a causa de la primera caída, el Nombre de Dios de cuatro letras quedó dividido en dos partes; una de ellas reposa escondida en el fondo del hombre, las dos letras finales; la otra parte, sutil y sin lugar, permanece errante en el cielo, las dos letras del comienzo. La obra de la cábala consiste en volver a unir el Nombre. La misma idea se puede explicar con el retorno del hombre primordial, que era hermafrodita y que por la transgresión fue separado en dos sexos. Cuando el Sefer haZohar se refiere a que la creación de Eva está hecha con el Nombre completo, alude a la restauración del Nombre; también se refieren a lo mismo, los textos que tratan de la unión de la Torá escrita y la Torá sobre la boca.
La obra de la cábala consiste en volver a unir el Nombre, el Tetragrama.
La tradición nos explica que el conjunto de la Torá es como el desarrollo del Nombre de Dios, que cuando se sabe leer correctamente –con la ayuda idónea– el texto de Moisés; por eso está escrito en el Sefer haZohar lo siguiente: «Todo aquel que observa las palabras de la Torá y se dedica a ellas, es como si observase al Nombre Santo. Hemos aprendido que la Torá, toda ella, es el Nombre del Santo bendito sea y quien se dedica a ella es como si se dedicase al Nombre Santo; la Torá entera es un solo Nombre Santo, el Nombre Supremo, el Nombre que incluye todos los demás nombres. De ahí que aquel que hace desaparecer una sola letra de la Torá deteriora el Nombre Santo; por esto las palabras: “No mencionaréis el nombre de otros dioses” (Dt. 13, 13), se explica como diciendo que no añadiréis nada a la Torá ni suprimiréis nada de ella, pues entonces se deteriora el Nombre Santo y se fortalecen los otros dioses». (II, 124a)
He aquí un gran misterio, la Torá que primero es la bendición del cielo, se convierte en el fruto maduro de la obra de Dios; en el Sefer haBahir está escrito: «(La Torá) es una novia ataviada y coronada, que incluye todos los mandamientos que son su tesoro, y ella misma es la novia del Santo bendito sea, como está escrito: “La Torá que Moisés nos ha dado es una herencia para la asamblea de Jacob” (Dt. 33, 4), no debes leer ‘herencia’ sino ‘novia’. ¿Cómo se entiende esto? Cuando Israel se dedica a la Torá por ella misma, ella es la novia del Santo bendito sea y en el momento en que ella es la novia del Santo bendito sea, entonces la herencia es para Israel». (§ 196) Esta herencia es la generación santa, o la regeneración y a ella se refieren los siguientes versos de David: “Poderosa sobre la tierra será su descendencia, la generación de los hombres rectos será bendecida” (Sal. 112, 2).
La Torá, que primero es la bendición del cielo, se convierte en el fruto maduro de la obra de Dios.
El texto que sigue y que termina este pequeño estudio, resume de algún modo todo lo que acabamos de ver y corrobora que el Nombre del Santo, bendito sea, y su pueblo son una misma cosa, es el principio de la Carta sobre la Santidad: «Debes saber y comprender que la nación de Israel ha estado separada (de los otros pueblos) y unida al Nombre bendito sea. Ha estado separada de las naciones por su santa Torá, de igual manera que Él (el Santo bendito sea) está separado de todo lo que está fuera de Él. Como Él mismo ha dicho: “ESTE pueblo que he formado para Mí” (Is. 43, 21); se dice en este versículo: ‘ESTE pueblo’ y en otro lugar: “ESTE Nombre” (Is. 43, 24). La palabra ‘ESTE’ que se encuentra en ambos versículos presenta una analogía semántica, por eso decimos: Tú eres uno y Tu Nombre es uno, y ¿quién es como tu pueblo Israel, nación UNA sobre la tierra?».
Fuente: Arsgravis
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