George Junius Stinney Jr.: El niño inocente condenado a la silla eléctrica - Nekromorty

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domingo, 3 de abril de 2022

George Junius Stinney Jr.: El niño inocente condenado a la silla eléctrica


Un niño mira asustado a la cámara del fotógrafo de la policía de Clarendon. Después de largas horas de interrogatorio brutal, acababa de confesar un crimen que no cometió. Quien apretó el obturador de la cámara capturó la imagen pura del miedo y la inocencia; la foto policial de George Stinney no es una foto cualquiera.

Stinney era un niño de Alcolu, Clarendon, pequeña localidad de Carolina del Sur. Su vida era la vida, pudiéramos decir normal, de un niño afroamericano en esa región.

George Junius Stinney Jr. nació un 21 de octubre de 1929 en una sociedad racista. Y murió asesinado el 16 de junio de 1944 por una sociedad racista. A pesar de contar tan sólo con 14 años de edad, fue condenado a morir en la silla eléctrica. Fue la persona más joven ejecutada en los Estados Unidos en el siglo XX y el último menor de 16 años.

George se encontraba un día cuidando las vacas de la familia junto a su hermana Amie, cuando dos niñas blancas, Mary Emma Thames y Betty June Binnicker, se les acercaron para preguntarles por unas plantas medicinales que estaban buscando. George y Amie no conocían las plantas, así que las niñas siguieron su camino.

Horas después del encuentro, los padres de las niñas, preocupados, salieron a buscarlas. George se brindó para ayudar cuando ellos pasaron por la granja de su familia y contó a los padres la conversación que había tenido con las chicas. Los cuerpos de las pequeñas fueron encontrados cerca de una iglesia Bautista Misionera, mostraban signos de abuso sexual y habían sido asesinadas utilizando una viga de 19,07 kilogramos.
Todo fue muy rápido. Quizás demasiado. Stinney fue arrestado al día siguiente bajo cargos de asesinato de primer grado. El juicio tuvo lugar el 24 de abril en el Tribunal del Condado Clarendon. Una vez seleccionado el jurado, comenzó el juicio, a las 12:30 pm y terminó a las 5:30 pm. Tras sólo 10 minutos de deliberación, el jurado dio el veredicto de culpable.
Los policías detuvieron a George y lo llevaron a interrogar, en un proceso en el cual se cometieron muchas irregularidades, maltratos físicos y tortura psicológica. El niño no fue representado por ningún abogado y no se le permitió la compañía de sus padres, a pesar de ser un menor, tenía solo 14 años de edad.

Bajo las leyes de Carolina del Sur en ese momento, toda persona que tuviera más de 14 años de edad era tratado legalmente como a un adulto. Por ello, el joven Stinney fue sentenciado a muerte en la silla eléctrica. La ejecución fue llevada a cabo en la Penitenciaria Estatal de Carolina del Sur en Columbia la mañana del 16 de junio de 1944, menos de tres meses después que el crimen. Un juicio rápido, una ejecución rápida y un crimen judicial irremediable.

El caso de Stinney se ha considerado controvertido hasta nuestros días, porque no ha sido resuelto satisfactoriamente y porque las investigaciones y el proceso judicial demostraron severas anomalías. El juicio y la sentencia fueron tan rápidas que no dio tiempo a investigar ni a consultar a posibles testigos.
Al examinar las actas del proceso, la magistrada Mullen tampoco halló ninguna referencia a la presentación del arma del crimen. Después de que se celebrase, fue descubierta el arma del crimen por lo que no tuvo valor durante el juicio.
Este arma era un elemento esencial ya que se trataba de una viga muy pesada. La viga con la cual las dos niñas fueron asesinadas, pesaba 19,07 kilogramos. Era evidente que Stinney, por su complexión, no era capaz de levantar la viga, mucho menos ser capaz de golpear con fuerza suficiente como para matar a las dos niñas. Sin embargo, esto no se tuvo en cuenta durante el juicio.

Durante el juicio dijeron que el niño que había confesado el crimen, pero nunca se presento ningún tipo de prueba de la confesión, era la palabra de los policías contra la del niño negro.

La hermana de Stinney afirma que ella estaba junto a su hermano el día del asesinato y que por lo tanto no podría haberlas asesinado, ademas ella fue amenazada y acosada, por lo que tuvo que huir de la región ante la posibilidad real de que la lincharan, como habían prometido hacer algunos habitantes del pueblo.

La familia del niño, después de la ejecución, huyó del pueblo. Su hermano, Charles, dijo que nunca fueron a la Policía porque estaban aterrorizados. «La condena y ejecución de George fue algo que mi familia creyó que podía pasarle a cualquiera de nosotros en la familia. Por lo tanto, tomamos la decisión por la seguridad de la familia de dejarlo estar», escribió Charles Stinney en su declaración jurada.

Además, según testigos la ejecución del niño fue tan cruel que tuvieron que colocar libros –algunos comentan que la propia biblia del sentenciado estaba entre éstos- con tal de que el joven alcanzara la “estatura suficiente” para que su cabeza pudiera ser colocada entre los electrodos, y de esta manera recibió la primera descarga de 2400 voltios.

Por si esto no fuera ya de por sí atroz, las mismas personas indicaron que la capucha que le fue colocada a George era tan grande (porque había sido diseñada para adultos) que ésta se desprendió de su cabeza debido a las convulsiones que sufrió por las descargas eléctricas, dejando ver por momentos su rostro lleno de dolor, sus ojos inundados de lágrimas y la boca babeando. Los carceleros volvieron a ponerle la capucha y aplicaron otras dos descargas, cuatro minutos después terminaron de matarlo y fue declarado muerto.

De esta forma, la vida de George Stinney Jr. dejó de existir entre la incertidumbre de su culpabilidad y el racismo de una nación que no tenía oídos ni ojos, ni mucho menos sentimientos, para otra piel que no fuera la blanca.

Tras 70 años, la jueza de Carolina del Sur, Carmen Tevis Mullen, decretó el miércoles 17 de diciembre de 2014, que el condenado a muerte más joven de la historia de Estados Unidos no tuvo un proceso justo. La jueza finalmente anuló la condena con su sentencia, en respuesta al escrito de «coram nobis».
La jueza dictaminó que el proceso judicial realizado contra George Stinney había estado plagado de “violaciones fundamentales y constitucionales a un proceso regular”.
Con su sentencia la juez Mullen restituyó el honor del niño ejecutado y de la familia, corrigiendo la sentencia de 1944. No le pudo devolver la vida ni quitarles el sufrimiento padecido a lo largo de décadas. Pero se hizo justicia. 

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