Cuenta esta leyenda aragonesa que, habiéndose ido a la guerra, el primogénito del barón de Artal de Mur y Puymorca, estaba éste temeroso de lo que pudiera ocurrirle a su hijo.
Decidió, para calmarse, salir al amanecer de caza, sin ningún acompañamiento. Tras recorrer gran cantidad de terreno, saliendo de sus posesiones cercanas a Ainsa, sin cobrar ni una sola pieza, opto por sentarse a la sombra de un árbol. Tras tomas un pequeño refrigerio, se quedó dormido.
En eso estaba, cuando un leve ruido le despertó. Era una hermosa hembra de jabalí. La cual, asustada, echo a correr, y el barón tras ella. Tras larga persecución, la jabalina se detuvo, mirando fijamente a su perseguidor. Este se dispuso a disparar una flecha, cuando oyó una voz humana que le decía: “No me mates y obtendrás una recompensa”.
El cazador, sorprendido al oír como le hablaba la jabalina, vio como esta se alejaba, y optó por regresar a sus posesiones. Una vez en ellas, se quedó solo junto al fuego, pensando en lo que le había sucedido, quedando dormido.
Tras oír un fuerte chisporroteo en la chimenea, se despertó sobresaltado, y más cuando vio entre las llamas emerger una figura humana, que le saludaba al tiempo que le decía que venía a cumplir la promesa que aquella tarde le había hecho.
La figura solo podía ser Satanás, el cual quería era darle noticias de su hijo. Que estaba bien, que nada le había pasado ni le pasaría, ya que él se encargaría de protegerle. El barón estaba profundamente emocionado. Entonces el Diablo cogió con sus manos un tizón ardiendo y lo depositó sobre la mesa diciéndole al noble que ese era el premio que le había prometido. Saludó al barón cortésmente y se metió de nuevo en el fuego.
Quedó, otra vez, el barón dormido y en esta situación estuvo hasta el amanecer, cuando despertó. Lo primero que hizo fue mirar la chimenea. Todo estaba igual que siempre en ella. Pero al mirar sobre la mesa, en el lugar donde Satanás había dejado el tizón, había ahora un gran lingote de oro.
Absorto en el prodigio, llegó alborozada la baronesa, que le contó que había tenido un sueño extraño. Resulta que estaba paseando por el monte cuando se le apareció la Virgen, que le dijo que era su deseo que, en aquel mismo lugar, levantara una capilla dedicada a ella. La baronesa estaba deseosa por cumplir el mandato, y así se lo manifestó a su esposo.
Fue entonces cuando el varón le contó lo que a él le había sucedido, al tiempo que le enseñaba el lingote de oro. La condesa quedó maravillada, cuando su esposo le dijo que con parte del valor de aquel lingote se haría la capilla, aunque con una condición: Que todos los años, un día, se celebrara una misa por el Diablo.
Horrorizada la baronesa, llamaron al sacerdote de Ainsa para consultarle el caso. Éste les dijo que aquello era una herejía, que no se podía permitir. El barón, dispuesto a defender su causa, adujo que aquella misa tendría como finalidad conseguir que Satanás abandonara el mundo de las tinieblas. Convencido el sacerdote, accedió en ello. Todo quedó dicho. Así se convino y se hizo.
La capilla, que ya no existe mas allá que solo ruinas, se levantó en la meseta de un collado cercano al pueblo de Aínsa, siendo muy concurrida y venerada por la gente del país. No tardó en averiguarse su origen y su historia, y el pueblo comenzó a llamarla "Capilla Del Diablo", derivando así el nombre de "Misa Del Diablo" a la que todos los años, en el día señalado, se celebraba para conversión de Satanás, según expreso mandato del agradecido barón Artal de Mur y de Puymorca.
Y es a partir de esta misteriosa leyenda de tradición oral, mas allá de ser una simple creencia popular, que todos los años en un día señalado por el barón, se celebra en la capilla una misa para el Diablo.
Fuente: Cinco Noticias
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