La doctrina islámica de la inmigración: “Conquistando tierras infieles” - Nekromorty

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sábado, 24 de abril de 2021

La doctrina islámica de la inmigración: “Conquistando tierras infieles”


En estas últimas décadas, en toda Europa las mezquitas se han multiplicado al ritmo de la creciente inmigración musulmana y su expansiva natalidad. Las escuelas coránicas empiezan a ser habituales en muchos países europeos y las organizaciones islámicas se han vuelto omnipresentes entre nosotros.

Los occidentales en general y los europeos en particular han ido cediendo poco a poco ante las exigencias de los musulmanes. Esto ocurre de manera desigual en los distintos países, pero la tónica dominante es la de dar satisfacción a esas demandas en aras de la tolerancia religiosa y el respeto a las culturas, cuando no por motivos más reales como el evitar una confrontación demasiado directa con los musulmanes. O sea por cobardía.

En algunos países ya no es ninguna novedad la existencia de horarios reservados en las piscinas para mujeres musulmanas, las salas de rezos en el trabajo, la abolición de las salas de gimnasio mixtas, etc. Se ha llegado a modificar el contenido de ciertos programas de televisión para no ofender a los musulmanes y a retirar cárteles de propaganda con imágenes de cerdos o de productos derivados del cerdo. Alguna televisión de un país europeo le pidió disculpas a la comunidad musulmana local por haber emitido la televisión pública unos dibujos animados de Los Tres Cerditos, y una caja de ahorros retiró de su carteles publicitarios la imagen clásica de la hucha en forma de cerdo.

En otros casos se ha dispensado a los alumnos musulmanes de la asistencia a las clase de música y de gimnasia, y se ha llegado a modificar la materia de Historia a gusto de los musulmanes en algún país que otro. En Francia y en Gran Bretaña se ha llegado a cambiar la fecha de los exámenes para no coincidir con el Ramadán u otra festividad del calendario mahometano. También en gran Bretaña, en un hospital cambiaron la dirección de las camas para que estas estuvieran orientadas hacia la Meca.

En Francia han sido ya varias veces en que un juicio ha sido pospuesto por el juez por respeto a las creencias del acusado y para no impedirle a este el cumplimiento del ramadán. En algunos hospitales europeos las pacientes musulmanas han obtenido no ser atendidas por personal masculino. El sacrificio halal ha logrado en Europa carta de naturaleza a pesar de ser contrario a las propias leyes europeas en la materia. Y muchas otras cesiones por el estilo que vulneran no sólo las costumbre y los valores occidentales sino la propias leyes y constitución de los Estados europeos. Todo ello, repetimos, con la finalidad declarada de respetar las creencias y las prácticas religiosas de los musulmanes.

Muchos occidentales despistados o francamente faltos de actividad neuronal no ven en estas concesiones más que marcas de civilidad y de apertura de espíritu ante las necesidades de una religión cada día más presente que según el credo políticamente correcto es un aporte positivo a nuestra sociedad. De hecho, muchos occidentales están muy satisfechos de sí mismos al hacer gala de esa tolerancia y ese espíritu de apertura.

Lo que no saben estos despistados e ignorantes es que todas estas demandas y exigencias se inscriben en un proyecto insidioso que tiene cerca de 1400 años de edad: Un proyecto de conquista y de dominación basado en el mandato que emana del Corán y de la Suna (conjunto de los dichos y hechos atribuidos a Mahoma). Estamos ante una empresa de conquista y dominación que se inscribe dentro de la doctrina islámica de la inmigración.

Esta inmigración reviste un carácter sensiblemente distinto al resto de los demás contingentes migratorios. Otros grupos de inmigrantes buscan ante todo beneficiarse de las ventajas que ofrecen los países de acogida. La inmigración musulmana es una inmigración al servicio del imperialismo árabe-musulmán. El resto de los grupos inmigrantes buscan ventajas económicas y beneficios sociales. La inmigración musulmana quiere eso también, pero sobre todo busca imponer una segregación étnica y cultural para obtener privilegios y un estatus especial en los países ocupados. Esa inmigración está concebida para dominar las sociedades no musulmanas y preparar la vía hacia la total islamización.

La doctrina islámica de la inmigración funciona como una estrategia de conquista que data desde el siglo VII y nos desvela como actúa la inmigración musulmana en los territorios no musulmanes, territorios que la tradición islámica define como la “casa de la guerra”. La conquista militar está en el corazón de la expansión musulmana desde los inicios del islam. Nada ha cambiado desde entonces.

El arma principal de esta estrategia de conquista es la mentira y la desinformación. El objetivo es transformar la cultura del país huésped de manera progresiva e insidiosa con el fin de imponer la sharia. La primera etapa de la islamización consiste en hacer aceptar a los autóctonos las actividades características del islam y establecer su presencia física y visible: Vestimenta musulmana, lugares de culto, fundación de escuelas coránicas, escuelas para el estudio del árabe, organizaciones de beneficencia comunitaria, carnicerías halal, comercio islámico…

Estas actividades de carácter aparentemente inocuas les sirven para ir tejiendo una red social unida y una infraestructura necesaria al control y fortalecimiento de la comunidad. En esa etapa inicial la orden coránica que prohíbe a los creyentes formalizar lazos con los infieles queda en suspenso mientras se afianzan los instrumentos de la islamización. Esa estrategia puede llevar a los occidentales a equivocarse sobre el carácter de la inmigración musulmana y pensar que ésta está motivada por elementos esencialmente económicos.

El establecimiento de grandes asentamientos musulmanes en tierra del infiel tienen un carácter estratégico. La mezquita funciona como un centro de poder, el centro de todas las actividades de la comunidad (de ahí la importancia y la urgencia en edificar mezquitas en los territorios en los que se asientan). En esa etapa todavía embrionaria, una de las prioridades de esos inmigrantes (invasores/colonos en realidad) es la de ayudar a los recién llegados para estrechar y fortalecer la comunidad musulmana.

Los jefes de la comunidad musulmana les darán apoyo y consejos para su instalación y les asesorarán sobre los medios de beneficiarse de las ayudas y subvenciones que las sociedades de acogidas reservan para los inmigrantes. De esta manera los ya instalados se erigen en guías de los recién llegados y estos se sienten unidos a la comunidad local, reproducción en pequeño de la sociedad que han dejado atrás. Además, agentes de las mezquitas están también implicados en diversas formas de adoctrinamiento y vigilancia de los musulmanes para que estos no se salgan del control y escapen a la autoridad de los imanes y demás jefes comunitarios.

En esa fase de la colonización musulmana (ya que hay que llamarla por su verdadero nombre), los no musulmanes no perciben el peligro de esta etapa en que la mezquita se erige en centro de la vida comunitaria. Para ellos las mezquitas no son más que lugares de culto. Se equivocan, pues el verdadero objetivo de esta primera etapa es la de disuadir la integración de los musulmanes para poder mejor promover la islamización de la sociedad de acogida con cada día mayores contingentes de musulmanes encuadrados bajo la autoridad de sus lideres comunitarios. Cuantos más musulmanes sean y cuanto más estén unidos comunitariamente, mejor pueden hacer presión sobre las sociedades de acogida y más fuerza cobran sus exigencias.

Cuando la comunidad musulmana se ha consolidado y ha cobrado fuerza, empieza entonces la lucha para obtener un estatus especial primero y después la aplicación de la sharia. La separación con los no musulmanes está dictada por el Corán y la Suna. Esta es, pues, la consecuencia natural del progreso de la inmigración de conquista. Con el aumento del peso demográfico de los musulmanes, los cambios en el código vestimentario se vuelven cada vez más visibles. Se pasa del hiyab al niqab en el espacio público, después a la abolición de relaciones públicas entre mujeres y hombres musulmanes y finalmente a la separación entre musulmanas y no musulmanas, de manera que las musulmanas acaban enclaustradas y retiradas de la vida civil y hasta de toda vida físicamente visible (tapadas en la calle por el niqab o el burka).

Poco a poco la población autóctona acaba por acostumbrarse a lo que le han hecho creer que son simples e inocentes exigencias de la piedad religiosa. Se acostumbra a las demandas de separación en los lugares públicos, en los lugares de trabajo, en las escuelas y las universidades, tanto como a las exigencias de comidas halal y de respeto a la sharia, a los días festivos musulmanes en el calendario laboral, etc. Todas esas exigencias contribuyen a dar a la comunidad musulmana un estatus especial que la hace cada vez más separada y distinta.

En una primera fase de la inmigración musulmana, estas demandas son presentadas como cosas benignas relativas a las exigencias religiosas de los musulmanes piadosos. Cualquier intento de rechazar estas demandas será calificado de discriminatorio. Así poco a poco van obteniendo un reconocimiento de sus diferencias que para ellos pasan a ser inmediatamente un derecho adquirido sin posibilidad de vuelta atrás. Se trata de acostumbrar a la sociedad de acogida a sus costumbres, sus fiestas, su vestimenta, sus hábitos gastronómicos, su propia arquitectura (mezquitas, minaretes), etc…

En esta fase, los representantes de la comunidad islámica trabajan en colaboración con las autoridades del país de acogida, totalmente ignorantes de la verdadera naturaleza de esa inmigración y temerosos de parecer ni de lejos intolerantes o insuficientemente abiertos a las supuestas bendiciones y beneficios de la sociedad multi-cultural.

En esos primeros tiempos, los líderes musulmanes suelen mostrarse antes su anfitriones como deseosos de integrarse y participar en la vida de la sociedad que les acoge, susurrándoles a los oídos la melodía que estos ansían escuchar. Pero a medida que los musulmanes van tomando peso demográfico y adquiriendo poder, la identidad musulmana se endurece. Las mezquitas, las escuelas, las organizaciones y sus medios de comunicación se multiplica. La doctrina de la taqiya, la mentira y la simulación, adquiere una importancia cada vez más grande. Los musulmanes ocultan sus objetivos de conquista haciendo pasar sus exigencias como demandas religiosas. Poco a poco, logran modificar la cultura de los no musulmanes, teniendo estos que adaptarse a los recién llegados.

Más adelante, con el poder creciente que van adquiriendo, tratarán de hacer callar o comprar a sus oponentes. Si para eso se considera oportuna la violencia o incluso el asesinato, se llevará a cabo todas las acciones pertinentes. Theo Van Gogh fue asesinado precisamente por haberse opuesto a la islamización de su país. Para quedarnos en Holanda, citaremos los casos de Ayaan Hirsi Ali, obligada a exiliarse antes las amenazas de muerte y la cabeza puesta a precio de su compatriota Geert Wilders.

Pero la violencia y las amenazas no son las únicas herramientas que usan. La entrega de generosos donativos entra en el arsenal de medios que cuentan los musulmanes para amansar a los europeos que pudieran estar tentados de tener una visión crítica del islam y difundirla. Que la mayoría de la prensa occidental tenga una visión tan positiva del islam no debe de extrañar a nadie que no se crea esas monsergas de la independencia de los medios de comunicación.

El dinero árabe-musulmán, los petrodólares del Golfo, ha comprado más de un periódico y más de una cadena de periódicos, más de una cadena de televisión y más de un grupo de cadenas. De los políticos ya ni hablemos (estos se venden al mejor postor, hasta a las mafias de cualquier color y pelaje en cualquier gasolinera).

A medida que progresa la islamización de los países en fase de colonización, progresa igualmente la incitación a participar en la yihad. Muchos jóvenes yihadistas provenientes de los países occidentales (entre los cuales no faltan europeos conversos) van a entrenarse a terceros países para formarse en las técnicas de la yihad. Numerosos terroristas provenientes de las comunidades musulmanas de Europa han sido detectados, abatidos, o hechos prisioneros en Irak, Afganistán, Pakistán, Somalia, Yemen, etc.

Cuando el crecimiento de las comunidades musulmanas aumentan su peso político, se multiplican entonces las presiones sobre la clase política local para que autoricen cambios en la administración de justicia que beneficien a la comunidad islámica, como por ejemplo tribunales islámicos a cambio del voto de los musulmanes. Esto ya ocurre en Gran Bretaña, donde coexisten dos sistemas de jurisprudencia. Una vez que la sharia ha sido autorizada, los musulmanes en Occidente son presionados para conformarse a las prescripciones de la sharia en lugar de la justicia del país. En varias ocasiones jueces europeos han dictado sentencias conformes al derecho islámico (sharia) en juicios a musulmanes.

Mientras tanto se observa un aumento de guetos, barrios enteros reservados a los musulmanes. Los infieles que se atreven a entrar en ellos se arriesgan a ser atacados, cuanto menos expulsados. Estas zonas prohibidas ya existen en casi toda Europa. Pero los musulmanes pueden circular libremente por todo el país sin restricciones. Están en su casa en todas partes. En realidad tienen más derechos que los propios nativos, que tienen territorios de sus propios países en los que no pueden entrar.

La doctrina islámica de la inmigración debe ser entendida como una estrategia política global para socavar las culturas y los valores de los países no musulmanes y reemplazarlas por las leyes de la sharia y los valores islámicos. Es una inmgración insidiosa que tiene como objetivo la transformación de los comportamientos y las leyes de la sociedad de acogida a fin de establecer un Estado Islámico. Irónicamente, es la apertura de nuestras sociedades y los derechos constitucionales de libertad de expresión, de religión y de reunión, los que facilitan la disparición de nuestros valores y modos de vida.

Es más que hora de tomar conciencia de la amenaza que significa la inmigración musulmana, la invasión/colonización que sufrimos. Este fenómeno se inscribe dentro de un proyecto siniestro de transformación y de conquista de nuestros países por un ejército masivo de invasores/colonizadores musulmanes, piadosamente llamados inmigrantes.

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