Usted lo dijo. Lo advirtió. Nadie le hizo caso. Su pareja se rio de usted, le llamó exagerado, alarmista. Sus amigos le tacharon de loco. Pero usted lo sabía. Veía las señales: Ese electricista con la chaqueta de Quechua, la expansión del carril bici, ese tipo con gafas de Goebbels que le recordaba al malo de En Busca del Arca Perdida, el hippie que salía todo el rato en la tele, el aumento de la venta de flautas. Incluso todos esos modernos que se dejaban barba y llevaban camisas a cuadros. A usted le solían gustar las camisas a cuadros y de repente le quitaban hasta eso.
Usted lo sabía. Usted ha leído libros y sabe lo que viene. En sus sueños Stalin sonríe y le guiña el ojo. Le habían dicho que mirara al cielo, que la amenaza vendría de arriba, que esos malditos alienígenas estaban al caer. Sin embargo, ha sido peor, no han venido en naves espaciales, han llegado en una furgoneta Volkswagen o —peor— en bicicleta.
El tipo que hacía malabarismos en el semáforo maquillado como un payaso es ahora el jefe de la guardia urbana, el de la pandereta y los tatuajes es concejal de Cultura y la de las rastas es alcaldesa. ¿Qué cojones nos ha pasado? Este solía ser un país respetable, se repite usted a sí mismo por las mañanas. Ahora la calle está llena de chivatos, comisarios políticos, ovejas y verduras ecológicas. Incluso quieren obligarle a comer humus con pan integral. Le llevan a sitios donde le llaman de «tú» y La Gaceta tuvo que cerrar.
Esos malditos comunistas amenazan con arruinar su vida, pero no se preocupe. Antes de que nos cierren y cedan nuestro dominio a algún medio bolivariano, vamos a darle las claves para restablecer el orden y no sucumbir al rojerío que trata de imponerle un coche eléctrico cuando ni siquiera tiene usted carné de conducir. Siguiendo estas sencillas instrucciones, en solo unos añitos volverá a sentirse cómodo comprando en el súper, sin soportar las miraditas ni los reproches por esa lata de foie que acaba de poner en el carrito.
- Pierda La Esperanza. Siempre nos lo han dicho, desde pequeños: «Hijo, la esperanza es lo último que se pierde». Y una mierda. La esperanza es como una de esas plantas carnívoras del Amazonas: De lejos parece bonita, con ese colorcillo y ese saber estar, pero deje la mano ahí y cuéntenos qué pasa con los dedos que le queden. Seguramente anda usted echando cuentas, siendo optimista, pensando que igual en cuatro años vuelven los serios, los de los coches negros y los puros grandes… olvídese. Dentro de cuatro años todos esos hippies que ahora tienen catorce años y andan por ahí pintando paredes y meando en los parques ya podrán votar. «Pero esos no votaban» dirá usted, dando un respingo. Efectivamente, pero es tal el ingenio de los rojos que hasta les han convencido para que se levanten un domingo antes de las ocho de la tarde y vayan con el DNI a votarles. Y no hay nada que pueda hacer para evitarlo. No puede sobornarles, se gastarán el dinero en porros y vino bueno (la juventud comunista come caviar) y votarán al Partido Comunista o a un partido peor. ¿Recuerda usted la euforia que sintió cuando salió UPyD? Ese andar con la cabeza erguida, ese presumir con sus amigos, esa sonrisa cuando salía Rosa Díez por la tele pronunciando «España» como si le fueran a saltar los molares. Hasta le cogió cariño a Toni Cantó, un actor (todos rojos, ya lo sabe) y al hombre este bajito que siempre estaba refunfuñando y quejándose de las leyes electorales españolas porque si no fuera por ellas UPyD gobernaría con mayoría absoluta hasta en Malta. ¿Y dónde están ahora? Tienen más corrientes críticas que militantes. De hecho cada militante tiene su propia corriente crítica y algunos tienen hasta dos. No queremos amargarle, simplemente animarle a ser realista. ¿A quién podía molestarle que tiraran a una cabra de un campanario? ¿A la cabra? «Oh, no, van a tirarme del campanario». Si es una cabra, por el amor de Dios: Las cabras no hacen ese tipo de reflexiones. ¿Y sabe quién obligó a parar aquella magnífica ceremonia? Por supuesto, los rojos.
- Aféitese La Barba. Pregúntese, ¿quién lleva barba? Los musulmanes, los hipsters, los gais y los periodistas de extrema izquierda. ¿Y Mariano Rajoy? ¿Y Leopoldo Lopez en sus tiempos de prisionero? No nos haga hablar. Antaño la barba era un símbolo de españolidad, como el anís de Chinchón o la ginebra Larios, o las pipas. Ahora es una clara señal de rojerío. Esas barbas desaliñadas, rectilíneas, esos bigotes con tirabuzones… observe con calma a sus portadores, no tardarán en descubrirse. No deje que le engañen, el pelo ya no es señal de hombría: nos han robado eso también. Malditos rojos.
- Apague La Tele. Antes teníamos unos referentes claros, ahora ya no nos queda ni Ernesto Sáenz de Buruaga. La Sexta es un nido de comunistas, Tele5 empieza a tener tics claramente marxistas, ni dan la misa en español. Antena 3 es la propietaria de La Sexta y en Cuatro no hace más que salir gente en pelotas. Claro, no mujeres (que sería lo correcto), sino hombres. Esta usted cenando y le ponen un pene en primer plano. España, siglo XXI. ¿Y 13TV? Nos preguntará. Se les ve que ya no se lo creen. Antes uno miraba la papada del de El Gato al Agua o El Cascabel al Gato (no sabemos qué les pasa con los gatos en esa cadena, pero no hay animal más rojo que el gato) y creía en España. Ahora ya no creen ni en el cocido madrileño. No, hay que buscar nuevos referentes. Léase el Alfa y Omega, que sale con el ABC, uno de los únicos periódicos que nos quedan y donde hay reportajes que aún valen la pena:
«El porno arruinó mi vida» (con estremecedores testimonios sobre personas normales que empezaron a masturbarse en la oficina y acabaron siendo deshechos sociales) o «Me toqué una vez cuando tenía catorce años y me quedé ciego» (de acuerdo, este no es real, pero lo proponemos humildemente a la publicación como tema de alcance).
- Haga Limpieza. Usted aún no lo sabe pero tiene amigos comunistas. Esos que dicen «a mí es que la política ni me va, ni me viene», cuidado. Póngalos a prueba antes de que acaben parasitándole. «Oye, pues el otro vi en La Sexta a Pablo Iglesias y en algunas cosas que decía tenía razón». Verá que dudan, pues usted —como buen patriota— siempre se ha significado por odiar a los tipos con coleta. Insista: «Y hablaba bien el tío, se nota que es profesor». Cuando se descubran (que lo harán), diga que tiene que ir al baño y desaparezca. Para siempre. Ponga una esquela en ABC si es necesario, que crean que ha muerto. Si tiene usted un amigo rojo ahora es el momento de dejarlo. Piense en ellos como si fueran esas vainas de La Invasión de los Ultracuerpos, esperando que usted se duerma para tomar posesión de su cuerpo. Un día está usted duchándose, tranquilamente, una canción empieza a tomar forma en su cabeza y sin darse cuenta está usted silbando La Internacional y llamando «camaradas» a los niños. Seguro que cree que exageramos, pero mire a Íñigo Errejón, que era un niño normal y ahora es peor que Stalin.
- Ábrase un Myspace. Olvídese de los rumores de que han cerrado o de que están a punto de hacerlo, todos/as los/las patriotas nos hemos abierto una cuenta allí: discreto, efectivo e inesperado. Cuidado con Twitter, Facebook o Instagram, son nidos de rojos donde impera la ley bolivariana. Ojo, porque —esa es la buena noticia— podemos usarlo a la inversa, mire al tal Zapata. Le hemos jodido bien, con esa pinta de judío de Brooklyn y rebuscando un poco, pam: nazi. A propósito, si tiene usted algún tuit comprometido, bórrelo ahora mismo. Recuerde: Puede usted decir lo que le dé la gana en público pero ojo con escribirlo según dónde. Si le pillan en algún renuncio memorice esta frase: «Me han sacado las palabras de contexto». Cuando le pregunten cuál era el contexto hágase el loco o diga que en realidad un hacker de Corea del Norte usurpó su nombre y su cuenta. Recuerde no reírse mientras lo diga: En primer lugar porque reírse es de comunistas (los patriotas no tenemos sentido del humor: España es un asunto demasiado serio) y en segundo lugar porque le restará credibilidad.
- Ojo con los supermercados. Desde que se supo que Pablo Iglesias se compraba la ropa en el Alcampo aquello es una marabunta de rojos, así que bórrelo de su lista. Los de Eroski son vascos (no hace falta añadir nada más); los de Caprabo catalanes (sí, esos que se suben unos encima de otros vestidos de folclóricas, con sus fajas y todo) y los del Carrefour, franceses (nos quemaban los camiones hace cuatro días y ahora nos quieren vender su fruta, manda huevos). Nuestro consejo es que acuda a algún establecimiento que no venda nada «cero». Nos explicamos: Ahora todo es «cero». Que si la Coca-Cola, que si el Cola-Cao, que si la cerveza, que si las patatas fritas, que si la fabada (esto último nos lo hemos inventado, pero a ver cuánto tardan en sacarla). ¿Se acuerda de aquellas botellas de cinco litros de Coca-Cola? Pues ahora las venden sin calorías y sin cafeína, ¿pero qué cojones pasa? (perdone el exabrupto, pero es que con la legislación adecuada esto no pasaría). Un día de estos sacarán los Donuts Zero y nos obligarán a tomarnos la justicia por nuestra cuenta, porque no hay nada más anti-español que algo que no lleve grasa y colesterol. La barriga, eso tan nuestro, eso que hacía que tus amigos te dijeran «¿qué, cómo nos hemos puesto, eh?», está en peligro de extinción. Seremos un pueblo de tíos delgados y saludables, yendo en bicicleta a todas partes, comiendo ensaladas y sonriéndonos los unos a los otros como si fuéramos felices. ¿En serio quieres eso? Nosotros no.
- Ahora nos gustan los judíos. Ya, ha tenido que leer dos veces el titular. Usted que llevaba años repitiendo en voz alta eso del contubernio judeo-masónico. Ahora resulta que el contubernio era solo masónico, que los judíos no tenían nada que ver, que vimos unas kipás y demás y pensamos que eran judíos pero en realidad eran unos alumnos de una escuela de peluquería. ¿Y los judíos que Franco mandó entregar a la Gestapo? Eso se ha sacado de contexto, no le informaron bien y por aquel entonces la Gestapo tampoco tenía tan mala fama y llevaban unos abrigos elegantísismos. Recuerde: Ahora los malos son los palestinos. ¿Por qué? Déjese de tanta pregunta, que parece usted una feminista.
- No todos los comunistas son malos. Aquí es donde tiene que sacar su bloc de notas. Vamos a ver, por partes. ¿Cuba? Ahora no son tan malos. Antes sí, pero ahora no. ¿Nota que les mencionamos menos? Eso es porque vamos a ganarnos una fortuna allí, entonces son comunistas pero menos, podemos decir «cubanos» en lugar de «comunistas». ¿Raul Castro? ¿Migue Díaz-Canel? Ni tan mal. ¿Venezuela? Asco-puto. Perdón, pero en este caso no podemos andarnos por las ramas. Además gobiernan en Barcelona, Madrid, Valencia y Cádiz. Alguien tenía que decirlo. ¿China? Nos gusta. Son comunistas, pero cada vez lo disimulan mejor y el capitalismo marxista tiene su aquel. Oiga, no nos mire así, nosotros somos simples mensajeros. ¿Corea del Norte? ¿De verdad tiene que preguntarlo? Monedero estudió allí y construyó media docena de gulags con sus propias manos. Spoiler: Las gafas que lleva se las dio Kim Jong Il en persona.
- Cuidado con lo que dice. Le vigilan. Si está usted leyendo este artículo su nombre ya circula por los ambientes del rojerío más beligerante. Si un día de estos ve una turba aproximándose a su casa con palos y antorchas ni se le ocurra mencionarnos. Ni una palabra. Ah, y ni se le ocurra contestar al interfono o abrir la puerta. ¿Recuerda el pasado? ¿Cuando el peligro eran los testigos de Jehová intentando convencerle de que Jesús odiaba las transfusiones de sangre, o el falso revisor del gas que miraba la caldera así como de lado y luego le quería cobrar ochocientos euros, o los albanokosovares que le golpeaban con un cenicero de mármol en la jeta y le robaban todo lo que podían? Ahora contesta usted al telefonillo y es un ecologista que quiere saber cuánta agua gasta, o un vegetariano que quiere saber si come pollo los domingos, o un falso encuestador que toma nota de que en el recibidor tiene usted una foto de Juan Pablo II en un marco con los colores de la bandera nacional. No abra. No conteste. Nunca. Ellos están ahí fuera.
- Deje de ir a misa. ¿Esto no se lo esperaba? Pues se lo vamos a decir alto y claro: Hay curas rojos y no solo están en Vallecas. Después de un estudio de NC Reports* el 85% de los curas de ciudad son comunistas. Qué cojones, si hasta el papa es comunista. Ahora le hablan a Dios de tú y utilizan la confesión para sus propósitos. «¿Has votado al Partido Popular, hijo? ¿Y alguien más de tu círculo les ha votado? ¿Recuerdas sus apellidos? En lugar de dos padrenuestros y tres avemarías vas a coger y vas a traerme una lista de todos esos conocidos tuyos». Naturalmente, el Padre Celestial no es rojo, ni hostias, pero cuando nos dio el libre albedrío ya lo dijo claro: «ojito con los comunistas». Quizás la frase no es literal, pero a Dios se le entendía todo. A partir de ahora rece en casa y antes de nada asegúrese de que no hay micrófonos, ni cámaras. Le esperan unos tiempos difíciles, pero nadie dijo que amar a este país fuera fácil… y si la cosa aprieta, cómprese una bici, déjese barba, empiece a comer sopa de colores raros y a hablar con subordinadas y —sobre todo— recuerde aquella canción de los Monty Python (comunistas): «Always look on the bright side of life».
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