Artes Masturbatorias: Soy el Gran Onanista - Nekromorty

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sábado, 5 de septiembre de 2020

Artes Masturbatorias: Soy el Gran Onanista


Esta mañana me masturbé y añoche también lo hice, y probablemente lo habré hecho ayer en la mañana y lo haré hoy en la noche. Soy lo que muchos podrían llamar un "masturbador compulsivo". Me masturbo cuando y cuantas veces quiera y no me importa admitirlo.

Soy el Gran Onanista:

La masturbación siempre ha acarreado un estigma innecesario, es hasta hoy día un tabú rodeado de mitos, unos más pintorescos que otros. Ha sido considerada una práctica sexual inadecuada y nociva (hablo de la masturbación masculina, ni hablar de la femenina), pero nada está más lejos de la verdad. En este post reivindicaré la masturbación, no solo como una práctica saludable sino también necesaria.

El Onan bíblico:

Para las religiones abrahámicas la masturbación está prohibida y es considerada un pecado. En el judeo-cristianismo este pecado se conoce como onanismo. El nombre dado a esta condenada practica proviene de un personaje mencionado en un pasaje del Antiguo Testamento, Onan. Según se cuenta, Onan, era el único que de acuerdo a la tradición judía, podía dar descendencia a su hermano Er. No solo podía sino que debía, estaba obligado por la ley hebrea. Se trataba de la costumbre del "levirato" (del latín levir, cuñado) y era la solución en caso de que sucediera la muerte prematura de un hombre antes de haber tenido un heredero.

Onan no se negó a tener relaciones sexuales con su cuñada, sino a dar descendencia a su hermano. Su pecado no fue en realidad la masturbación (por lo que el término onanismo ha sido mal aplicado), con un simple vistazo al relato uno sabe que este personaje no buscaba el placer o el orgasmo por medio de la auto-estimulación, su acto fue un coitus interruptus para evitar el embarazo de su cuñada. En todo caso, lo que posiblemente se condenó fue el derramamiento de semen, de su simiente (empleando el argot bíblico). Su transgresión fue específicamente la eyaculación. Mas adelante retomaré este asunto.

Primeras experiencias masturbatorias:

De niño siempre fui bastante inocente en comparación con mis pares. Era alguien muy curioso como cualquiera de mi edad, pero mientras mis primitos ya hablaban de los "chochitos calientes" de las primitas, y construían casas hechas de cobijas y almohadas para jugar al papá y la mamá (yo siempre hacía de hijo), mi mente divagaba por otras dimensiones. Una vez, en el patio trasero de la casa de la abuela materna, encontré a mis primos -que por aquel entonces tendrían diez años como mucho- con los pantaloncillos alrededor de los tobillos y sus prepucios contraídos: rozaban entre si las cabecitas de sus penes. Esto les producía un profundo disfrute. Puedo recordar la admirable dedicación con la que jugaban "a la espadita" (sus pequeñas lenguas hacia afuera cubriendo el labio superior y sus amplias sonrisas) Ellos me invitaron a unirme a la diversión, pero no me atreví. Me hicieron prometer que no se lo contaría a nadie, y así lo hice, hasta ahora, más de veinte años después.

Por aquellos días, uno de los niños me contó una de sus técnicas para auto-estimularse. Consistía en rozar los genitales contra cojines o almohadas, básicamente contra cualquier textura o superficie suave. Lo intenté poco tiempo después en esa misma casa. Si llegué a sentir un orgasmo o no, no sabría decirlo, pero si puedo recordar que fue algo profundamente estimulante (la sensación quedaría para siempre estampada en mi memoria sensorial). Al sentir la molestia producida por la sobre-estimulación y la hipersensibilidad de la rica y tierna piel del glande, me detuve. Fui incapaz de eyacular. Aún era muy joven para que mi organismo pudiera producir semen. Me seguí masturbando, cada vez con mayor frecuencia, pero siempre a escondidas. Al ser criado en un hogar fervorosamente católico, estaba convencido de que se trataba de algo muy malo, aunque desconociera realmente la razón. No podía evitar el sentimiento de culpa, esa culpa aprisionante que arrastré como lastre durante mucho tiempo y de la que me costó bastante esfuerzo librarme.

Años más tarde, los contenidos eróticos y la pornografía se convertirían en recursos importantes a la hora de entregarme a las practicas auto-estimulantes. Pero de mi relación con la pornografía les hablaré en un post aparte. Hmm, y ahora que lo pienso... no puedo recordar la primera vez que acabé, pero me supongo la sorpresa que me tuve que llevar, tras la deliciosa petit morte, al descubrir las sábanas manchadas con ese fluido de color perla, espeso y viscoso, proveniente de mi interior.

Orgasmo y eyaculación:

En la cultura occidental se ha considerado al orgasmo (ambos, masculino y femenino) el punto cumbre del acto sexual. De allí a que se emplee el término clímax, entendido así como la culminación del placer. Retomando el relato de Onan: Habrá sido el acto de eyacular fuera y no dentro del útero de la mujer (sin tener como fin la procreación) lo que produjo su condena a muerte y lo que originó el estigma que reposa sobre la masturbación? O tendrá que ver con la pérdida de energía vital?

El judaismo condena energéticamente la eyaculación ya que significa la destrucción de la semilla o la simiente. La ortodoxia judía prohíbe la descarga en vano y consciente de semen (el término talmúdico es Zera Levatala) y es considerado un pecado grave, más que cualquier otro en la Torá. Sin embargo, no se considera inadmisible la masturbación femenina, al no implicar desperdicio de fluído vital, aunque también implique recurrir a pensamientos impuros. Para la medicina tradicional china la eyaculación significa perder la energía original (yuan qí) y es causa de la pérdida de vitalidad y del envejecimiento. Los antiguos maestros taoístas desarrollaron y enseñaron técnicas y prácticas para la transmutación de esta energía vital. De hecho, no se condena la masturbación, sino que, por el contrario, se conmina a practicarla para el pleno disfrute de la sexualidad.

La eyaculación no es el orgasmo masculino:

La eyaculación, efectivamente, acarrea una pérdida importante de energía y consigo se podrían producir síntomas tanto psíquicos como físicos, estando el decaimiento o incluso la tristeza, entre algunos de ellos. Se ha creído erróneamente que la eyaculación representa el orgasmo masculino, pero esta "pequeña muerte" no viene necesariamente acompañada por la eyaculación. Si, se puede alcanzar un orgasmo al eyacular, pero al ser el orgasmo siempre algo cerebral, este puede producirse con la ausencia total de la eyaculación, y en repetidas oportunidades. El hombre puede llegar a ser multiorgásmico. Esta capacidad puede desarrollarse por medio de ejercicios prácticos y sencillos, y puede disfrutarse tanto en solitario como junto a una compañera sexual.

Masturbación y orgasmo femenino:

Debido a nuestra cultura coitocentrista, enraizada en profundas nociones machistas, se ha subestimado y menospreciado el increíble potencial de la sexualidad femenina. Los horizontes eróticos de muchas parejas heterosexuales se hallan limitados a la penetración, al coito, y a la subsecuente eyaculación, convirtiendo así el acto sexual en un proceso mecánico y automático, que resulta frustrante para muchas mujeres, teniendo ellas que recurrir -por aquello de que el hombre está obligado a producirle orgasmos, so pena de su hombría- a fingirlos, evitando así también el pleno y sano disfrute del encuentro intimo.

Las mujeres pueden ser preorgásmicas (quienes por razones varias nunca han podido experimentar un orgasmo) y multiorgásmicas. El orgasmo por estimulación vaginal es infrecuente, un gran porcentaje de mujeres no lo alcanza mediante el coito. Los orgasmos más potentes se suelen producir mediante el estímulo adecuado del clítoris, el llamado botón del placer. La mujer es la única que posee un órgano destinado y dedicado exclusivamente a la proporción de placer sexual, esto supone el fin del mito y la creencia de que la mujer es menos sensual que el hombre.

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