El diario secreto sobre las hadas de Sherlock Holmes - Nekromorty

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viernes, 21 de mayo de 2021

El diario secreto sobre las hadas de Sherlock Holmes

Ha pasado más de un siglo desde que la travesura de unas niñas al pretender fotografiar unas hadas engañara a Conan Doyle, padre de Sherlock Holmes. La publicación del diario de una de las niñas rescata nuevos datos para un "clásico" del mundo del misterio…
"El simple hecho de pensar en las hadas, aunque no se las vea, añadirá encanto a cada arroyo, a cada pequeño valle, y hará romántico cada paseo por el campo. Creer en la existencia de las hadas hará que el espíritu materialista del siglo XX salga del atolladero enfangado en el que se encuentra hundido, y permitirá reconocer que la vida está llena de encanto y misterio". Son las palabras de sir Arthur Conan Doyle (1859-1930), cautivado por la serie de cinco fotografías realizadas por la pequeña Frances Griffiths (1907-1986) y su adolescente prima Elsie Wright (1901-1988), posando junto a distintas hadas y un duende.

¿Cómo dudar del testimonio de dos inocentes niñas de diez y dieciséis años educadas en el seno de familias honestas e incapaces de orquestar una broma así? La respuesta no llegaría hasta 1983, cuando las protagonistas, ya ancianas, reconocieron el fraude: las hadas habían sido calcadas de las ilustraciones de un libro de cuentos infantiles. Un siglo después de que se iniciara esta historia, el affaire Cottingley todavía es, para algunos, un caso abierto…

LA TRAVESURA QUE ENGAÑÓ AL PADRE DE SHERLOCK HOLMES:

Cuando, recriminada por haberse manchado el vestido de barro, Frances respondió que había estado corriendo detrás de unas hadas, sus padres y sus tíos se echaron a reír. A los pocos días, Frances demostró a los adultos que no estaba mintiendo: dos fotografías la mostraban a ella y a su prima Elsie jugando con unas hadas y un gnomo.
Doyle regalaría a las niñas una nueva cámara con la que obtendrían más fotografías de seres invisibles. 
La más iconográfica imagen de Cottingley muestra a la pequeña Frances mirando a cámara y acodándose sobre la vegetación, mientras un círculo de cuatro hadas aladas parece estar danzando a su alrededor. La imagen habría sido obtenida un soleado día de julio de 1917. En cuanto al presunto encuentro de Elsie con un gnomo con alas y sombrero de color, éste habría tenido lugar un mes y medio más tarde.

Fueron las aficiones esotéricas de la madre de Elsie las que terminaron poniéndola en contacto con sir Conan Doyle, entonces entusiasta defensor del espiritismo. En agosto de 1920 Doyle regalaría a las niñas una nueva cámara, más manejable, con la que obtendrían más fotografías de seres invisibles. Fue así como se impresionaron otras tres placas que se añadieron a la serie de imágenes, reproducidas en The Strand Magazine en las navidades de 1920.

De esta nueva hornada de imágenes llamaría la atención la bautizada como "nido de hadas": La única que, según confesarían ya ancianas, no fue realizada fraudulentamente. La imagen muestra tres siluetas de hadas que se desdibujan acariciadas por un "baño de sol" para difuminarse entre la frondosa hierba.

En realidad, se trata de una doble exposición, es decir, una placa que fue reutilizada y que, si otorgamos credibilidad a la última confesión de Elsie y Frances, no fue hecha intencionadamente. Para Frances, la imagen es completamente genuina, y estaría mostrando las hadas que ella afirmó haber visto cuando jugaba en la hondonada del jardín. Si es así, cabe barajar la posibilidad de que, no solo Doyle, sino también las propias niñas terminaron autoengañadas en su propia travesura. Porque, aunque la más pequeña de las niñas de Cottingley reconoció el fraude, afirmó hasta el último de sus días que ella sí vio hadas…

Para mí aquel jardín era un lugar maravilloso y no me habría asombrado nada de lo que hubiera visto alrededor del arroyo… 

EL SECRETO DE COTTINGLEY:

Recientemente, su hija Christine Lynch rescata en Reflections on the Cottingley Fairies, lo que su madre había dejado escrito en su pequeño diario secreto cuando, seis años después, recordaba sus días de vacaciones en Cottingley. Así relata Frances su primer encuentro con aquellos pequeños seres invisibles:
Mi prima Elsie estaba estudiando cuando yo, después de regresar de la escuela, me tendía sobre la hierba del jardín. En silencio, me deleitaba escuchando el sonido del agua, el zumbido de alguna abeja y el ‘splash’ de la rana zambulléndose en el arroyo. Supongo que debía estar soñando cuando contemplé una hoja de sauce girando rápidamente como si se moviera sola. Me pareció muy extraño porque no había brisa. Solo cuando me fijé más detenidamente me percaté de que la hoja estaba siendo sostenida por un hombrecito que no tendría más de veinte centímetros de altura. Yo no estaba sorprendida por lo que veía; para mí aquel jardín era un lugar maravilloso y no me habría asombrado nada de lo que hubiera visto alrededor del arroyo…
En otra ocasión, Frances contempló a uno de estos extraños hombrecillos caminando sobre el riachuelo. Vestía un jersey de color verde oscuro y calzaba una especie de medias ajustadas, similares a los pantalones Levi’s de la época. "Se paseaba por la orilla y luego dio un pequeño salto hacia el arroyo… Sus pies parecían caminar sobre el agua. Tenía la cara llena de arrugas, como los trabajadores de ferrocarril que entregaban mercancías. No puede decirse que fuera feo, pero tampoco tenía un semblante que fuera amistoso”.

Pasaron un par de semanas cuando la pequeña tuvo su primer encuentro con las primeras “hadas convencionales” que describe como seres luminosos que, formando círculos, emitían toda una gama de preciosos colores pastel: “Durante un tiempo no le conté a Elsie nada de lo que hbía visto. Aquel encuentro con las hadas era mi secreto, y no quería compartirlo con nadie".

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