En Mesopotamia, existía toda una medicina exorcista "mágica", diferente de la fundada en el empirismo, en la lucha contra la enfermedad.
Esta serie de ritos constituían un importante recurso religioso y además ofrecía todos los elementos de un amplio ceremonial multiforme, con numerosas ramificaciones. Uno de los demonios a los que más solían combatir era Lamashtum, del que se creía que atacaba principalmente a niños y a mujeres embarazadas.
Las “recetas” para los ritos exorcísticos de los niños solían ser complejas: había que mezclar piel de caballo, grasa de pescado y de un cerdo de color blanco, ceniza, manteca, tierra recogida junto a las puertas de los templos, diferentes tipos de hierbas, etcétera. A su vez, se rodeaba el lecho donde yacía el pequeño enfermo con pasta de harina.
En cuanto a la mujer encinta, se la protegía colgando cerca de ella lo que se conocía como “piedras del parto”. Pero también existían conjuros especiales para el dolor de muelas, contra la parálisis, contra enfermedades de diverso género, para expulsar a los demonios que se hubieran instalado en una casa e incluso ¡contra el perro que hubiese orinado sobre una persona!
Los textos que contienen exorcismos están la mayoría recogidos en las 30.000 tablillas de la biblioteca de Asurbanipal –descubiertas en Nínive en 1841 por el viajero británico y arqueólogo Austin Henry Layard–, de las que unas 800 están dedicadas a la medicina, la sobrenatural incluida.
El santuario de Isin
A pesar de que conocemos la existencia de la figura del âshipum, se desconoce cómo se transmitían estos conocimientos, aunque algunos investigadores apuntan que podría existir un centro principal en la ciudad de Isin, lugar de la diosa Gula, considerada la divinidad sanadora. Y es que la escritura cuneiforme alberga numerosos secretos en este sentido.
En 2007, gracias a textos cuneiformes, la filóloga Barbara Böck, científica titular del Instituto de Lenguas y Culturas del Mediterráneo y Oriente Próximo, logró reconstruir muchos de los métodos de cura que usaban los habitantes de Mesopotamia hace 4.000 años, centrándose también en la parte sobrenatural y mágica, siempre muy presente en estas culturas.
Por ejemplo, gracias a las traducciones de Böck y su equipo, conocemos el libro Mushu’u –“Masajes” en castellano–, escrito en las lenguas sumeria y acadia que contiene más de cincuenta conjuros que eran recitados por los exorcistas mientras se aplicaban los tratamientos para eliminar las migrañas o las parálisis.
Existe también un libro donde hay recetas y textos médicos que explican el aceite que se usaba para dicho masaje y el mal que conseguía evitar. Lo untaban de un modo centrífugo, desde el torso a las extremidades del enfermo. Finalmente, colocaban amuletos en las muñecas y los tobillos para evitar que el demonio –o los demonios– volvieran a entrar en el cuerpo.
Los mesopotámicos celebraban estos ritos por los general durante dos días concretos del mes de agosto de nuestro calendario, porque pensaban que eran los más idóneos para comunicarse con el más allá y poder expulsar de sus cuerpos a esa entidad maligna que formaba parte de toda una legión de seres del inframundo.
Los demonios que podían afectar a otras esferas distintas a la enfermedad eran combatidos por medio de la magia.
Al margen de la enfermedad, los demonios que podían afectar a otras esferas eran combatidos también por medio de la medicina mágica. Existían encantamientos específicos como la quema de esfinges para luchas contra seres malignos.
Otras veces, se ofrecía a los demonios causantes de cualquier tipo de mal una víctima sustitutoria, normalmente un chivo, acompañado de oraciones y súplicas para que la entidad desistiera de su propósito. También se recitaban encantamientos en los ritos específicos contra los espíritus de los muertos. Toda la sociedad estaba impregnada por esta relación invisible.
Fuente: Espacio Misterio
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