A finales del XIX sus crímenes conmocionaron a la sociedad británica y, hasta la fecha, ha sido cientos los sospechosos de ser el célebre asesino.
A pesar de haber aparecido relacionado con todas las versiones de la conspiración, no fue hasta la aparición del libro Sickert and the Ripper Crimes, de Jean Overton Fuller, cuando Walter Sickert obtiene el rango de sospechoso oficial. Saltó a la palestra en fechas recientes, al ser señalado en la exitosa obra de Patricia Cornwell Retrato de un asesino, donde un estudio genético parecía ser la prueba concluyente de su culpabilidad.
Nacido en Múnich en 1860 el hijo del pintor danés Oswald Adalbert Sickert, fue trasladado con su familia al Reino Unido con apenas 8 años. Cursó estudios en el prestigioso King's College y en la academia de Bellas Artes Slade, antes de dedicarse al teatro durante un breve período de tiempo.
No tardaría en seguir los pasos paternos como pintor. Sin haber llegado a completar su formación académica, trabajó como aprendiz de James Neill Whistler, antes de trasladarse a París, donde trabajaría a las órdenes del mismísimo Edgar Degas. Sickert gustaba mucho –pese a la negativa opinión de los críticos– de pintar la trastienda del mundo de la farándula y el Music Hall y mostrar ese otro mundo oculto, más allá del escenario.
En 1885 se casó con Ellen Cobden, hija de un conocido político radical, aunque las infidelidades de Sickert hicieron que el matrimonio acabase divorciándose en 1899. Alternando durante un tiempo su residencia entre Dieppe (Francia) y Venecia, sería en este último lugar donde haría una serie pictórica sobre prostitutas en habitaciones y entornos muy depauperados. Al regresar a Londres, alquiló habitaciones en Camden Town, donde los propietarios le confesaron que el mismísimo Jack el Destripador se había alojado en esas estancias.
Se trataría de un estudiante de veterinaria sin nombre conocido, al cual fueron a buscar sus padres en plena noche, el mismo día de la muerte de Mary Kelly. Esta historia, recogida en la novela de Marie Belloc Lowndes The Lodger, fue la que inspiró la película de 1926 del mismo nombre, primera obra firmada por Alfred Hitchcock.
Curiosamente, la icónica imagen del Destripador que muchos tienen hoy en día, con ese sombrero de copa, la capa y el maletín negro, está tomada de esa película muda. Se dice que a Lowndes se le ocurrió la historia después de escuchar a Sickert hablar del inquilino que le precedió. El tétrico cuadro La habitación de Jack el Destripador, una de las obras más conocidas del artista, fue pintado en ese mismo escenario. Fue en esa misma época en la que llevaría a cabo la serie de lienzos Desnudos de Camden Town, inspirados en el crimen cometido en 1907 contra una prostituta. Uno de estos cuadros representaría la habitación y los restos de Mary Jane Kelly, según Joseph Gorman.
Sickert volvería a casarse en 1911 con Christine Drummond Angus, enviudando nueve años después. Conoció a su tercera y última esposa –Thérèse Lessore, pintora como él– en un grupo de apoyo al que había acudido tras el fallecimiento de Christine. Ambos se casaron en 1926. Desde mediados de los años 30, hasta su muerte en 1942, Sickert se dedicaría a pintar retratos polémicos y escenas extraídas de fotografías de periódico.
De retratista a sospechoso:
Las primeras sospechas de Jean Fuller surgieron cuando su amiga Florence Pash le contó que Sickert proclamaba que había visto a todas las víctimas del Destripador, seguramente en las propias escenas del delito. Las descripciones de Sickert hicieron recelar a Pash, que dio por hecho que se trataba del asesino, sin darse cuenta de que cualquiera que hubiese estado al tanto de la prensa en otoño 1888 podría conocer los crímenes con el mismo nivel de detalle.
Al igual que luego haría la novelista Patricia Cornwell, Fuller creyó ver significados ocultos y confesiones en la obra de Sickert, aunque esto es interpretable. Sirva como ejemplo el cuadro Ennui, en el cual vemos a una pareja en el aburrimiento más extremo y tras la cual hay un retrato de la reina Victoria. Su Graciosa Majestad tiene una gaviota sobre el hombro –Seagull, o simplemente gull, en inglés–, que Fuller opina no es más que un intento de desviar la atención de sí mismo y dejarla caer sobre el médico de la reina, William Withey Gull. Si esto no es enrevesado, que venga Dios y lo vea.
Walter Sickert llamó la atención de Patricia Cornwell a raíz de las afirmaciones del comisionado asistente de Scotland Yard, John Grieve, que se mostraba convencido de que el pintor debía ser investigado. Al analizar su estilo creyó observar morbo, violencia y un fuerte odio hacia las mujeres, que le invitarían a investigar en profundidad.
Ella misma admite que fue su desagrado hacia la obra pictórica de Walter la que le hizo sospechar de él. La objetividad no parece una gran preocupación para la autora de obras de misterio. Si ya era complicada la versión de Fuller sobre las supuestas pistas en el cuadro Ennui, las de Cornwell no se quedan cortas.
En otra versión del mismo cuadro, en el retrato que hay a la espalda de la protagonista se ve la forma oscura de un hombre, lo que la novelista de Virginia interpreta como una confesión por parte de Walter Sickert. Cornwell sitúa el origen de la misoginia y psicopatía del pintor en una grave fístula que le deformaba el pene, dificultándole mantener relaciones sexuales desde la juventud. Según ella, varias operaciones quirúrgicas no consiguieron aliviar su mal.
El fallo de esta teoría estriba en que jamás se ha encontrado un informe médico que avale la realidad de dichas operaciones. De lo que sí que existe constancia es de la azarosa y amplia vida sexual del artista, con numerosas amantes conocidas. Y si no, que le pregunten a su primera esposa.
Sí parece probada la afición de Walter Sickert por el crimen. Llegaba a ponerse un pañuelo rojo en el cuello cuando pintaba, afirmando a quien quisiera escucharle que había pertenecido a una de las víctimas del asesino de Whitechapel. Claro que si la afición a la historia criminalística fuese prueba del delito, decenas de riperólogos estarían en prisión.
La tesis principal de Retrato de un asesino: Jack el Destripador-Caso Cerrado es como sigue: Walter Sickert habría comenzado su labor como asesino con Martha Tabram, continuando con las cinco víctimas canónicas y muchas más después.
La última de todas sería Emily Dimmock, la prostituta asesinada en Camden Town en 1907 y de cuyo retrato ya hemos hablado. Un cambio en su modus operandi habría sido la causa de que pareciese que el Destripador había dejado de actuar.
Convencida de que únicamente le quedaban por encontrar las pruebas para terminar de incriminar a Sickert, se lanzó a realizar una serie de análisis genéticos sobre varias muestras en los que afirma haberse gastado seis millones de dólares.
El pintor había sido incinerado, así que los únicos restos que quedaban eran cartas, sellos y poco más, pero en los que tampoco existía la absoluta seguridad de que hubiesen sido manejados por el artista.
Comparó el ADN mitocondrial de una de esas muestras con restos obtenidos de la carta Oppenshaw, una de las más de quinientas recibidas durante ese otoño, la mayoría de las cuales habrían sido escritas y enviadas por el propio Sickert, según la escritora.
No podemos negar que de ser cierto esto último, tendría muchísimo mérito, debido a la gran cantidad de cartas que hubiese tenido que redactar, variando, además, la letra en cada una de ellas. Aunque tal vez nos resulte más sencillo pensar que, de la misma forma que hubo cientos de cartas, hubiera también cientos de autores, cosa que podríamos confirmar observando las que aún se conservan.
En su examen genético, Cornwell afirma que consiguió eliminar al 99% de la población, dando el análisis como positivo y afirmando que no tiene duda alguna de que Walter Sickert era Jack el Destripador.
Si le damos la vuelta al argumento, quiere decir que hoy en día hay 80.000 londinenses que darían positivo en ese test comparativo. Claro que Cornwell debió de olvidar un detalle: La carta Oppenshaw es tan falsa como todas las demás, salvando tal vez la Carta From Hell.
Resumiendo, se comparó una muestra que no está demostrado que fuese de Sickert, con una que sí se sabe que NO es de él. Y luego llaman pseudocientíficos a otros.
Fuente: Espacio Misterio
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